Redención de los pueblos

Magnífica lección: la sociedad civil debe tomar la iniciativa si el estamento político se retrae

Hace unos días ha resonado por toda España la voz perdida de los pueblos deshabitados. De manera casi espontánea y para sorpresa de muchos, aquella vida campesina que parecía condenada ya para siempre ha encontrado redentores. Porque no se trata sólo de una manifestación más o menos llamativa. Lo significativo es cómo se ha fraguado: a partir de retazos de gente desencantada del vano ilusionismo de las grandes ciudades y del señuelo prometedor de sus escaparates. Gente, pues, que reacciona contra un modelo único de vida urbana y siente nostalgia del viejo mundo rural excluido. El progreso moderno y urbano produce evidentes beneficios, pero también provoca pérdidas y frustaciones. Sobre todo, al prestigiar un solo ámbito de convivencia, la ciudad ha desmantelado la vida de los pequeños pueblos y de sus entornos rurales. Convertidos en víctimas desechables del crecimiento, sus lamentos parecían destinados a no tener respuesta. Incluso de los partidos políticos.

Sin embargo, esos retazos de gente aislada han sabido articularse al margen de la política oficial y dar una lección del potencial que encierra una sociedad civil cuando decide actuar. Se han movilizado con tanta fuerza que hasta algunos políticos se vieron obligados a subirse al carro, una vez en marcha. Magnífica lección: la sociedad civil debe tomar la iniciativa si el estamento político se retrae. Con todo, aún hay otra lección que extraer de esta reciente ofensiva, tan llena de sorpresas y tan expuesta a pasar desapercibida entre duelos electorales. En el clima reivindicativo creado ha intervenido, quizás como detonante, algo poco usual en España: una serie de libros y sus correspondientes autores. Desde hace unos años, unos cuantos títulos clamaban y gritaban sobre el nuevo desastre que se cierne sobre la geografía de las poblaciones españolas. No solo el ya célebre libro de Sergio del Molino, también otros muchos han fijado su atención sobre este "malestar de la patria". Y esto permite conectar la nueva situación reivindicativa creada, con otra que surgió, en España, hace más de un siglo. Entonces una buena tanda de escritores también enfocaron, como prioritario, el problema interno de los campos, tierras y habitantes de una España que ya empezaba a vaciarse. Aquellos libros crearon una sensibilidad y una conciencia que luego se llamó Regeneracionismo. ¿Esteremos recuperando aquel mismo espíritu crítico?

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