Después de dos años de casi "reclusión forzosa", sin reuniones multitudinarias, sin procesiones y sin compartir con muchos de nuestros familiares y amigos momentos de ocio y alegría, llega este año una Semana Santa de reencuentro, pero también paradójicamente de ausencias.

Yo mismo he tenido en estas fechas un emotivo reencuentro con mi querida hermana Ángela, tras más de dos años sin poder vernos ni tocarnos y después de un largo periodo de sufrimiento tras cincuenta y ocho días en la UCI y una larga convalecencia en la que no faltaron fisioterapia intensiva ni cirugías. Ella ha tenido una recuperación "tormentosa" y complicada, pero al fin y al cabo como yo le recuerdo, es casi un milagro de la ciencia médica, una auténtica superviviente de la peor Covid, la de la primera ola.

Atrás quedaron las angustiosas jornadas de incertidumbre en los que no sabía si me llamarían en cualquier momento para comunicarme un fatal desenlace de su estado crítico, mientras intentaba asumir todo el horror y la ineludible muerte de tantos pacientes que atendíamos diariamente en el hospital.

Nosotros podemos sentirnos afortunados, pero en esta semana de pasión, hay también muchas familias que notarán la ausencia de sus seres queridos que incomprensiblemente, a veces sin tiempo para la despedida, se llevó por delante el "maldito coronavirus". Familias rotas de dolor sin poder hacer el trabajo del duelo, por la imposibilidad de ver a sus seres queridos fallecidos. La mayoría tuvieron el último contacto con sus familiares cuando ingresaron en los hospitales. Estas ausencias son si cabe, más patentes en esta semana de reencuentro.

Muchos dicen que hay que dejar atrás y olvidar cuanto antes el sufrimiento y el miedo que nuestra sociedad ha padecido en estos dos años. Lo cierto es que hoy continuamos en pandemia y diariamente siguen muriendo personas por la Covid, aunque nos empeñemos en "endemizar" o "gripalizar" la epidemia lo antes posible.

Todo lo sucedido debe de hacernos recordar, la vulnerabilidad del ser humano y de su modo de vida. Ni siquiera los avances en la ciencia y el progreso podrán evitar nuevas epidemias. Por ello, mantengamos la prudencia en este periodo aún de pandemia y estemos alerta ante nuevos periodos epidémicos en el futuro.

Intentemos superar estos dos años de pérdidas y de sufrimiento, pero sin olvidar lo sucedido. Al menos mi hermana Ángela y yo no lo haremos y otras muchas familias tampoco.

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