Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Refulgentes pastiches

Hay tres pastiches que relucen más que el sol: el Carmen de los Acostas, el Palacio de los Müller y el Sagrado Corazón

Estoy tan agradecido a la Wikipedia que todos los años le doy 10 euros para que siga persiguiendo su ideal de ser omnisciente como Dios. Mola ser un mecenas cultural por solo 10 euros. Gracias a ella, uno puede pasar por ser un polímata, o sea, alguien que sabe de todo. La Wiki me informa de que un 'pastiche' es una imitación que se apropia de diversos elementos artísticos y que los combina de manera que el resultado parezca una creación original. Polímata, como he llegado a ser de la mano del corta y pega, tengo la desfachatez de proclamar que hay tres pastiches en Granada que relucen más que el sol: el Carmen de los Acosta, el Palacio de los Müller y el Sagrado Corazón. Quizá el pastiche más atrevido y de mayor calidad sea el Carmen de los Rodríguez-Acosta que se alza altanero en plena Alhambra y se atreve, soberbio, a competir con las cercanas Torres Bermejas. Arquitectos y aparejadores consultados se enfadan si le llamas pastiche a este capricho luciferino de un plutócrata local que, para mayor INRI, se postulaba como artista y, además, iba de moderno. Es propio del poder asentar sus doradas posaderas en lo más alto o más visible de los lugares que conquista o depreda. ¿Qué es la Biblia sino un Barrio Sésamo en el que diversas castas sacerdotales luchan por mantener abiertos santuarios en los lugares más altos, en colinas y oteros? Arriba: cojonudo; abajo: una mierda. En la construcción de la Gran Vía, no operan los conceptos arriba y abajo, pero sí otros como 'primero y último' de la clase. Y los jesuitas se apresuraron, en esta ciudad levítica que viene siendo Granada (mora y cristiana), a construir, los primeros, en 1910, un casoplón para Jesucristo, en la calle más moderna de la ciudad. A la religión, sigue el dinero, y ya en 1916, se empieza a construir el Palacio de los Müller, hoy Subdelegación del Gobierno, saltándose a la torera el proyecto original: que en la Gran vía no se construyeran viviendas unifamiliares. Si la iglesia de los Jesuitas es un feo pastiche que marida lo gótico con lo mudéjar, el Palacio de los Müller es una horrible macedonia de estilos y construcciones que van de un fumadero de opio nazarí, pasando por una capillica abarrotada de santos, a unos pináculos y unas gárgolas que compiten desmayadamente con los de la cercana Capilla Real. Todo, menos mantener un perfil bajo.

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