la colmena

Rehenes del idealismo; héroes con carné

QUE la crisis es una "estafa" y los culpables tienen rostro. Que los pobres no pueden seguir pagando la codicia de los bancos. Que estamos en un país donde "los ricos roban", los gobiernos títeres miran para otro lado y los directivos financieros se retiran con sueldos a lo Messi y Ronaldo. Una Andalucía con 350.000 familias sin recursos y desahucios a diario cuando hay 600.000 casas vacías. Una España donde la situación empieza a ser "alarmante". Es lo que denunciaban este viernes en Granada los centenares de jornaleros que llevan más de una semana recorriendo pueblos y ciudades bajo la estela de la bandera blanca y verde, la sombra de Marx y el Che Guevara y el altavoz del controvertido Sánchez Gordillo. Proclaman que su movilización "no es de extrema izquierda sino de extrema necesidad" y aseguran que lo suyo es la "rebeldía"; no la violencia. Pero la línea que las separa es escurridiza y traicionera.

Aunque siempre he pensado que es mejor desemperezar las conciencias y dejar que te acusen de iluso por idealista que sucumbir al conformismo, las heroicidades también se fabrican, se manipulan, y de las utopías también podemos terminar siendo rehenes. Tan esclavos como lo somos ya del sistema y hasta de nosotros mismos. Tan peligroso como ese nacionalismo demagógico, cercano a la xenofobia y la exclusión, que avanza en toda Europa empujado por la crisis económica pero también por la democrática. Directamente proporcional al aumento de la desconfianza de los ciudadanos hacia los gobiernos. Por la derecha y por la izquierda; alimentando los posicionamientos más ultraconservadores y dando pábulo a la izquierda más radical. Nacionalismo que, como advierte el premio Nobel Gao Xingjian, no deja de ser "una ideología al servicio de la ley de los mercados y del poder"; mucho más fuerte que la democracia y que la libertad. "El comunismo y el liberalismo han fracasado", sentenciaba el pensador chino en una reciente entrevista reflexionando sobre los ideales, esas "palabras vagas" que se diluyen ante la economía y el poder.

Porque, mientras unos manipulan, otros se aprovechan y, cada día, más gobiernos se convierten en rehenes del extremismo. Es la terrible consecuencia de una crisis que genera ansiedad y, en una espiral autodestructiva, aboca a los propios ciudadanos a buscar soluciones sencillas; falacias en las que creer. El riesgo del nacionalismo y sobre todo del populismo. "No hay nada más fácil que culpar de todo al otro", se lamentaba la experta en política europea Elina Viilup. Culpar al inmigrante, al diferente, al extranjero... Nada más 'barato', podríamos continuar, que el populismo que se construye sobre ideales prefabricados y héroes de cartón.

Hace décadas que Sánchez Gordillo se proclamó 'libertador' de los campesinos andaluces, pero la historia -y la vida- está llena de falsos héroes. De héroes de carné... Haciendo limpieza entre las montañas de recortes en que aún deriva mi obsesión por el papel, el mismo día que el diputado de IU hace su 'entrada' en Granada, salvaba un reportaje de Juan Jesús Aznárez sobre "el timo de los falsos héroes". De la infamia a la impunidad. Leía como miles de rumanos disfrutan de ayudas y prebendas con carnés de supuestos revolucionarios comprados a grupos mafiosos. Se jubilan cinco años antes, no tienen que pagar las medicinas ni el transporte, están exentos de impuestos… Algunos son hasta presos comunes que se hacen pasar por luchadores por la libertad y comunistas comprometidos. Veinte mil usurpadores que se han beneficiado de una ley que el gobierno rumano aprobó en 2004 para rendir tributo a los "compatriotas" que perdieron su vida en las sublevaciones de 1989 contra la dictadura de Ceaucescu. Una estafa contra la memoria, la decencia y la dignidad que ha provocado la ira y el resentimiento en su país.

Sánchez Gordillo no ha comprado ningún título de héroe; se lo ha creado él mismo, se lo ha creído y ha encontrado la angustia, el desencanto y la desesperación social suficientes para que parezca hasta necesario. Lamentablemente, entre todos contribuimos a su populismo y a su popularidad. Que un diario como The Guardian lo haya situado como "ejemplo para indignados imaginativos" al lado de Gandhi y Luther King, que coloque su desobediencia civil a la altura de la movilización de los poll-tax que lucharon en Londres contra el gobierno de Thatcher es, sencillamente, inmoral. La crisis es una estafa, sí, pero el abismo del populismo es un suicidio colectivo.

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