QUÉ clase de sociedad hemos creado…? Porque hemos sido nosotros, nadie más es responsable de que hoy los derechos individuales o de pequeños colectivos puedan anteponerse a los de la sociedad en general. Hoy es más posible que nunca, como estamos viendo, que un pequeño grupo de profesionales en puestos clave tome como rehenes a cientos de miles de ciudadanos y haga lo que considere oportuno para forzar a los poderes públicos a doblegarse ante sus pretensiones. El caso de los controladores aéreos españoles ni es el único, ni será el último al que asistiremos. La desprotección que los ciudadanos sentimos nos hace retroceder a momentos pretéritos de nuestra historia reciente en los que la ideología se enseñoreaba del comportamiento social. No hace tanto sólo necesitaban algunos una justificación ideológica para imponer su voluntad al conjunto. Hoy es todo mucho más descarado, sólo hacen falta un adecuado conjunto de intereses y una buena organización facilitada por las nuevas tecnologías, a ser posible un sindicato. Con intereses por sectarios que sean y un poco de organización se puede acogotar a cientos de miles de personas y con ellos a cualquier gobierno. Si al mismo tiempo la oposición a ese gobierno mira para otro lado y aprovecha la ocasión para poner de manifiesto la incapacidad de los gobernantes para enfrentar la situación, el menú estará finalmente servido.

En cualquier caso, el origen de todo es un sistema garantista que siente complejo de culpa cada vez que tiene que negar a un colectivo un derecho. Por ese motivo se siente inerme ante la acción concertada de decenas de controladores que acosan al país a su pesar, dicen ellos, para reivindicar derechos laborales. Ellos administran sus propios derechos, deciden si las regulaciones legales les gustan o no y no se atienen más que a sus propios designios en la defensa de sus reclamaciones. A tal punto que ignoran las regulaciones legales en torno al derecho de huelga y se coordinan para darse de baja concertadamente y colapsar el país y perjudicar así su imagen más allá de nuestras fronteras. Y mientras tanto un sistema público atenazado es incapaz de tomar medidas para impedir que se perjudique a cientos de miles de usuarios. Mientras que vemos cómo se ponen multas multimillonarias a las empresas que conciertan precios para vulnerar las leyes del mercado, resulta insólito que quede impune un atentado de tal naturaleza a los derechos de los usuarios de servicios públicos que juegan un papel crítico en el sostenimiento de una sociedad avanzada. Es posible que los efectos de la crisis demuestren que no merecemos unos gobernantes como los que tenemos, pero tampoco merecemos compatriotas incapaces de compadecerse de tanta desazón como producen sus actos.

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