El lanzador de cuchillos

(Re)partidocracia

Aunque nos pidan el voto cada poco el sufragio universal, por sí solo, no podrá evitar la degeneración autoritaria

El creador del término partidocracia (partitocrazia en italiano, con acento en la segunda i) fue Giuseppe Maranini, que lo usó por primera vez en 1949, en la lección inaugural del año académico de la Universidad de Florencia. El catedrático de Derecho y periodista denunció desde posiciones liberales el régimen de partidos, la oligarquía que acabó creando -en Italia, hasta un punto paroxístico- un Estado dentro del Estado. "El problema de la democracia de partidos", escribía Maranini, "es de organización jurídica y sólo puede resolverse desde el punto de vista jurídico; cuando el Estado liberal-democrático asiste impasible a la proliferación de los partidos organizados y los hace árbitros del sistema, pero no se preocupa de imponer a dichas organizaciones las mismas garantías que los caracterizan como tales, abdica de su función de defensor de las libertades individuales de los ciudadanos".

En la ya no tan joven democracia española, los partidos se han convertido también en máquinas de poder, en La Piovra que extiende sus tentáculos por todas las estructuras del país y se infiltra en cualquier ámbito de la vida pública. Los partidos han ocupado manu militari la sociedad civil, ejerciendo en ella una hegemonía que no permite que la democracia fluya y que los ciudadanos puedan ejercer como tales, sin ataduras ni sumisiones. Les contaré una anécdota: hace un par de veranos, en una cena de amigos, una parlamentaria andaluza, que acaba de ser elegida concejal, me confesó que su partido había presionado para "colocar" a un miembro del aparato en la directiva del equipo de fútbol de su ciudad. Como me notó contrariado, se apresuró a aclarar, con una naturalidad desarmante: "¡No podíamos permanecer al margen de una institución tan influyente!".

Así las cosas, aunque nos pidan el voto cada poco -como ha señalado The Economist, la vida media de un gobierno italiano equivale al período de gestación de un caballo, y en España vamos por el mismo camino- el sufragio universal, por sí solo, sin el equilibrio de unas necesarias medidas de contención de la bulimia de los partidos, no podrá evitar la degeneración autoritaria, la implantación de un sistema en el que las organizaciones políticas secuestran la voluntad popular en beneficio de sus dirigentes, de sus afiliados y su amplia red clientelar. Y a fuerza de defraudar la buena fe de los electores, llegará el día en que las campanas doblen por una clase política sin ideas ni legitimidad, aferrada a sus privilegios, incapaz de responder a las exigencias de una sociedad cada vez más compleja. Y definitivamente desengañada.

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