Granada ha perdido las bicis amarillas, pero en los últimos tiempos ha multiplicado las bicicletas que dirigen repartidores sufridos de firmas como Glovo -ahora acaba de aterrizar también Deliveroo-, que están instalando una nueva forma de consumo. De estos trabajadores sabemos poco, aparte de que sufren temperaturas inclementes, que hacen sus encargos a horas intempestivas y que las inspecciones de trabajo andan detrás de las empresas para las que reparten.
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