pieza suelta

José Antonio / Pérez Tapias

Representación en crisis

BAJO las apariencias del tiempo que vivimos se incuba lo que se mostrará al cabo. Pero la realidad presenta grietas por las que asoman corrientes subterráneas que dejan ver su ímpetu. Con esas señales no debiera extrañarnos que en la vida social irrumpan acontecimientos que alteran la supuesta lógica de los hechos hasta desmentir pronósticos basados en lo conocido. En ocasiones, los movimientos telúricos de la historia se presentan como revoluciones que abren un futuro incierto. Otras veces, fenómenos menos traumáticos comportan deslizamientos políticos hacia zonas inseguras donde la ambivalencia de las fuerzas desatadas debe inquietar a los avisados.

Las revoluciones en el mundo árabe, regadas con sangre en Libia, Siria o Yemen tras los éxitos en Túnez y Egipto, son exponente de lo primero. Las manifestaciones y "acampadas" en nuestras ciudades, ejemplo de lo segundo. En aquel caso, ciudadanos a los que se han negado sus derechos van tras la democracia que ansían. En éste, ciudadanos indignados se expresan contra una democracia que decepciona. En situaciones muy diversas, protagonistas de procesos de largo alcance representan su tragedia o su drama en un calderoniano teatro globalizado. Con guión que les desborda andan, no tanto en busca de autor, sino de título para su obra, lo cual no lo resuelve la difusión de imágenes ni el entrelazamiento de mensajes en redes sociales. Dejando para otro momento cuestiones de raíz sobre las revoluciones árabes, otras preguntas pueden hacerse, a partir del porqué de ciudadanos que explicitan su malestar, sobre el movimiento que han llevado a nuestras calles: ¿Hacia dónde irá cuando aminoren los impulsos iniciales? ¿Cómo avanzará en medio de la presión mediática y a través de reivindicaciones heterogéneas emanadas de asambleas efímeras? Y como podríamos inquirir junto al filósofo Alain Badiou, ¿bajo qué "hipótesis" de mundo futuro opera?

Tales preguntas son insoslayables, pero la falta de respuestas concluyentes no debe inducir la infravaloración de lo que sucede. Interpreta bien el "movimiento del 15 M" quien detecta no sólo la protesta ante el paro y por los ajustes, sino también un profundo cuestionamiento de la política. Éste, nutrido por la crítica a la sumisión a los poderes económicos, evidencia una honda crisis de la representación política. Debe preocupar la distancia entre electores y elegidos, entre ciudadanía y partidos, y reclama ser abordada sin dejarse llevar, por un lado, hacia la descalificación demagógica del parlamentarismo y, por otro, hacia un encastillamiento ciego ante los hechos y sordo ante los mensajes. Habrá que aparcar resentimientos y desconfianzas para hacer posible un diálogo que evite que los deslizamientos de hoy puedan ser terremotos políticos mañana.

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