La rojigualda ha dejado de ser el símbolo de todo un país y a esto han contribuido tanto los individuos que se envuelven con ella para manifestarse (ahora y antes) a favor de ideas reaccionarias, ya sea el matrimonio homosexual o el estado de alerta, como esa parte de la izquierda nacional que prefiere utilizar la bandera republicana para manifestarse por sus propios ideales, por mucho que esos ideales puedan ser perfectamente defendibles bajo una monarquía o una república, tómese como ejemplo nuevamente el matrimonio entre personas del mismo sexo o el confinamiento actual. La bandera, tenga los colores que tenga, es un símbolo, y los símbolos se construyen y se destruyen con el paso del tiempo y mediante las acciones del hombre (y la mujer), por eso la bandera constitucional bien puede representar a un país heredero del franquismo, como muchos aseguran, o a un territorio con una de las mejores sistemas sanitarios del mundo y cuyos trabajadores se están dejando la piel (y muchas veces la vida) durante estos días. Este tipo de cosas, que nadie pone en duda, son las únicas que debería simbolizar la bandera.

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