Lapidario

El Rey más bueno de la historia

La inmensa mayoría de los mortales habrá encabezado este año su carta a sus Majestades como la niña de un anuncio de televisión de hace unos años: "Queridos Reyes Magos, este año he sido buena". La menor, luego rectificaba y decía. "Bueno, o como dice mi madre, un bichillo". Esa segunda parte, la de la autocrítica, queda reservada casi en exclusiva a las pequeñas que protagonizan anuncios y a las madres que aparecen en películas de después de comer y tienen algún vicio. El resto -y de ese saco no se escapa casi nadie- tiene una capacidad de autoengaño y autojustificación que sorprenderá a los Reyes Magos, conscientes de lo que todo el mundo ha hecho a lo largo del último año. En más de dos milenios de historia, todavía no se ha descubierto cuál de los tres es el indulgente de generosidad sin límite que opta por dejar regalos a quien se merecería carbón del duro y, en algún que otro caso, ni eso. Ese nombre misterioso es el que encierra toda la magia de la Navidad.

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