Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

El Rey y lo moderno

Tenemos a un rey inane por pánico a meter aún más la pata en compañía de una reina tan agria como republicana

E L discurso navideño de un rey viene a ser tan tópico como los villancicos o la inconveniencia del 'cuñao' cada Nochebuena. Forma parte del ritual sin el cual algo no encajaría. Una perorata llena de generalidades con las que nadie puede estar en desacuerdo. Su figura debe ser eso, un punto de encuentro sin fisuras con el que no cabe más que asentir mientras humea el pavo en el horno y se escucha el griterío de los sobrinos de fondo.

Pero este año algo chirriaba. No tanto en lo que se dijo sino, casi más importante aún, en lo que se callaba. Y en el decorado. Se notaban de fondo unas mesitas así en plan modernillo-metálico, unos cuadros abstractos y difusos y una casi ausencia de símbolos navideños (el árbol, el belén) que se diría que fuera ese rincón de Zarzuela más una aséptica oficina de cualquier negociado de ministerio que el despacho íntimo de un monarca.

La innovación en el decorado demuestra que nuestro rey está en búsqueda de su lugar y espacio propio en la historia. Y se diría que su espacio sería ese no lugar que observábamos, un poco en ese no querer meter la pata pero justo por ello metiéndola.

En todo este reinado planea la sombra de un gran rey, Juan Carlos, al que en su ocaso le hemos visto el otro lado del retrato de Dorian Gray pero en regio. Y el espectáculo está siendo realmente para desenchufar de las noticias.

Se hace difícil mirar al heredero sin pensar en la herencia que administra. Todos lo intentamos con ahínco, pero se nos impone el morbo mediático de las demandas de una ex amante que se quedó como regalo de novios, presuntamente claro, lo que se le dejó como facilitadora de chanchullos. A todos nos gustaría saber por ejemplo qué piensa la reina madre Sofía de este espectáculo, esa gran mujer del César que es tan honesta como callada cuando el silencio en esta trama es la peor complicidad en la que ya incurrió en su momento la clase política y por supuesto la prensa absentista.

De resultas, tenemos a un rey Felipe inane por pánico a meter aún más la pata en compañía de una reina tan agria como republicana con corona de zafiros. Paradójico.

Tal vez Felipe ha asumido que solo le queda ganar tiempo para que su hija pueda reinar en paz y lejos de los vicios tan castizos del abuelo, en una modernidad ya si encontrada y por fin en femenino.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios