Quousque tamdem

Luis Chacón

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Ricardo Darín y un móvil

Mirando a la zona desde la que sonaba otro teléfono, exclamó: "Hijo de puta, eso no se le hace a nadie"

El día en el que la palabra sustituyó a la violencia, surgió la civilización. La capacidad de hablar nos hizo humanos y la inteligencia desarrolló la ironía, el sarcasmo, la mordacidad y el humor. Después, florecieron la cortesía, la elegancia y el saber estar. Nos enorgullecíamos de nuestra puntualidad y del respeto al trabajo de los demás. Nos vestíamos de domingo, fuera para ir a la iglesia, al teatro, al cine y hasta de paseo. Pero llegó la modernidad acompañada del tuteo, la camisa de manga corta, las bermudas, las chanclas y el móvil. Sobre todo el móvil. Ese artefacto adictivo que algunos son incapaces de desconectar hasta en los momentos más inapropiados. Creo haber leído que a algún famoso lo enterraron con uno como ajuar mortuorio. Espero que fuera una broma o un descuido.

Quizá en realidad nunca existiera una tierra de caballeros y campos de algodón llamada el Viejo Sur, ni una Viena como la de Sissí o un París como el de La viuda alegre. Pero, al menos, nuestros padres se vestían para asistir a un concierto o a una función teatral y no aparecían en la platea como si acabaran de despertarse de la siesta, con la ropa arrugada y en chanclas. Quizá porque no había móviles, -¿quién lo sabe?- tampoco amenizaban la representación con sintonías, campanitas, pitidos y charangas verbeneras.

Hemos perdido el sentido común o la educación. O ambos. No apagar el móvil ya acomodados en nuestra butaca, esperando disfrutar del soberbio trabajo de un maestro de actores como es Ricardo Darín, excepcionalmente acompañado por Andrea Pietra, podría ser un olvido involuntario. Pero cuando, como el pasado viernes, la inconfundible voz de Antonio Banderas, primero y el Jefe de Sala después, nos insisten con elegancia, ya es desvergüenza, maldad, falta de educación y un absoluto desprecio a las normas básicas de convivencia. En fin, que sonó uno. Y entonces, brotó el genio. La solvencia del señor Darín, introduciendo en su texto, "lo que pasa es que alguien no ha apagado el móvil" nos provocó una sonrisa que se convirtió en carcajada cuando más tarde, y mirando a la zona desde la que sonaba otro teléfono, exclamó, enlazando a la perfección con el hilo de la escena que interpretaba magistralmente, un sonoro, contundente y definitivo: "Hijo de puta, eso no se le hace a nadie". La gloria del teatro, la inteligencia sobre las tablas, la clase. La civilización en definitiva. Gracias, maestro.

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