Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Ridículo político

Los miembros y 'miembras' de una clase privilegiada están haciendo todo lo posible por desprestigiar su alta función

La portavoz de Podemos en el Congreso, Irene Montero, se ha inventado un nuevo vocablo, seguramente en su afán meritorio de llevar el feminismo a todos los ángulos de la vida pública, al anunciar en rueda de prensa que se iba a convocar a la junta de "portavoces y portavozas" . No es nuevo, porque ya otra 'miembra' socialista, Bibiana Aido, utilizó esta definición por cuestión de sexo. Yo me apuntaría con gusto a estas reivindicaciones y no tendría inconveniente en poner en mis tarjetas 'periodisto', dejando a mis admiradas compañeras de profesión la definición del femenino. Muchas mujeres, sin embargo, prefieren que le pongan sólo el artículo delante de 'poeta' o 'juez', aunque poetisa y jueza sea correcto.

Es una simple anécdota que no debe centrar la crítica, ni mucho menos, al meollo de la cuestión que tiene prisma más general como es la idea, cada vez más arraigada, de que los miembros y 'miembras' de una clase privilegiada están haciendo todo lo posible por desprestigiar su alta función. En verdad hay que reconocer que hay más políticas que políticos merecedoras de una alta valoración -ninguno de los líderes alcanza el aprobado-, entre otras cosas porque las mujeres suelen estar mejor preparadas y tienen más sensibilidad que los hombres para ocupar cargos de máxima responsabilidad, así que me sumo a la reivindicación de que los puestos directivos, a todos los niveles, lo ocupen mujeres, en mayor proporción que ahora, para evitar la imagen negativa.

Estoy seguro de que si el independentismo catalán, por ejemplo, hubiese estado dirigido por mujeres, en mayor proporción que ahora, no estaría en la caótica y ridícula situación que se encuentra, con su payaso Puigdemont a la cabeza y algún portavoz de don Carles que ha comparado la distancia entre Barcelona y Bruselas -donde quieren constituir la capital de la imposible república catalana- con la existente entre Canarias y Madrid, como si el presidente canario fuese a exiliarse en la capital española para dirigir desde allí la política de las islas. Tal tontería no se le hubiese ocurrido a una mujer. Habría que pedir, al menos, a los políticos y políticas, sean españoles y españolas, andaluces y andaluzas, catalanes y catalanas que eviten, en lo posible, fomentar el cachondeo que deteriora su 'alta' función social.

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