Cambio de sentido

Río revuelto

Las sombras de nuestra alma se traducen en barbarie política y hacen que la historia se repita

La historia no siempre se repite -a veces ni siquiera como farsa- pero casi siempre rima. En consonante ripioso, además, mientras no haya una verdadera toma de conciencia que conlleve a su vez un cambio sincero y profundo de actitud y una manera mejor de hacer las cosas. Lo digo sobre todo por quienes comprueban -el pecho encogido- que hay hechos de la España actual que suenan al 36, e incluso (en asonante) al 75. De nuevo escucho tildar (en trocaico) de antiespaña a quienes no comulgan con una versión de país que creíamos superada; de nuevo la incertidumbre política lo hace todo imposible; de nuevo adoquines y llamas; de nuevo los vecinos encarados; de nuevo palabras escritas con bilis negra, que vaya usted a saber de qué parte no aliviada del inconsciente brotan. Como siempre, España sigue recitando (en décimas) su canto sobre el rebelde catalán, el requeté bizarro y el hermano vascongado. Cuando despertó, Franco todavía estaba allí.

Por suerte, y gracias a generosidad de muchas gentes de la generación anterior a la mía, no tengo recuerdo de haber vivido en carnes un tiempo tan complejo como el nuestro (del 23-F sólo puedo recordar que fue como estar enferma sin estarlo, pasé dos días en cama). El Gobierno en constante provisionalidad, las cortes disueltas, el fracaso rotundo del diálogo a la izquierda, el abordaje judicial y político del procés en ascuas, el debate sosegado sobre el modelo territorial siempre pospuesto, una recesión en puertas, Franco a medio desenterrar, los partidos políticos en plena escalada de propuestas maximalistas, los más interesados en la bulla nacionalista (catalana y española) apagando el fuego con gasolina, y las teles deseandito que alguien arda. Por las redes, les salonnières cibernéticos se sacan los ojos de boquilla, da pereza y vergüenza ajena leer tanto la letra menúa de quienes dicen lo que no piensan como los accesos de odio atávico de quienes no piensan lo que dicen.

Hay otra manera de hacer las cosas, pero no pasa por cabezas sin amueblar ni por corazones llenos de trastos. Mira que nos lo dijo Jung: las sombras de nuestra alma y, con ella, de nuestra historia y política, de no tenerlas en cuenta, se traducen en río revuelto. En tanto que peces rasos, más nos vale desconfiar de los pescadores. Está en cada cual resistir a la barbarie. De nada sirve -ay, don Miguel de Unamuno- la certeza política que no surge de un profundo ejercicio de introspección. Malas rimas históricas nos seguirán aguardando.

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