señales de humo

José Ignacio Lapido

Rubalcábidos

LO habrán visto millones veces, todas las que han puesto en televisión algún documental sobre tiburones. En las imágenes submarinas los temibles escualos aparecen casi siempre acompañados doquiera que van por unos curiosos pececillos. Son las rémoras: osteíctios perciformes que mantienen relaciones de comensalismo con otras especies más grandes.

En las relaciones entre periodismo y política el comensalismo está a la orden del día. Sin ir más lejos, el tiburón y los pececillos me recuerdan a Rubalcaba y a los cientos de columnistas y tertulianos que viven de él. De sus capturas, descamaciones y excreciones. Hasta de lo que deja escapar. Son los rubalcábidos, especie parasitaria y multiforme que se desenvuelve con soltura en las ondas, en el papel y en las redes digitales. Cualquier palabra, hecho u omisión del todavía vicepresidente del Gobierno será aprovechada por esa legión de exégetas que lo persiguen. Y siempre encuentran una intención oculta y siniestra en su proceder.

A Rubalcaba le atribuyen poderes que rozan lo sobrenatural: ha formado parte de todas las conspiraciones habidas en España desde que murió Franco. O desde antes. Seguramente cuando corría 110 metros vallas ya maliciaba oscuras maniobras para llegar el primero a la meta. Recientemente, lo primero que se dijo cuando lo del 15-M es que él estaba detrás, moviendo los hilos de la protesta. La contundente derrota del PSOE no habría desmentido tal aseveración. Con motivo de la intervención judicial en la SGAE he escuchado en alguna tertulia que Rubalcaba era el Deus ex machina de la operación. ¿Por qué? Retorcido pero fácil: Rubalcaba habría mandado a la Guardia Civil para congraciarse con los indignados del 15-M, que ven a la Sociedad de Autores como uno de sus particulares monstruos. Una pega: ¿No habíamos quedado en que fue Rubalcaba el que organizó las acampadas en las plazas? En ese punto mi capacidad lógica se quedó en un callejón sin salida. No así la de Soraya Sáenz de Santamaría, que pidió de inmediato su dimisión por connivencia con los detenidos, es decir, por lo contrario. Si se detiene a un comando etarra es porque Rubalcaba ha esperado el momento que más le convenía. Si el TC legaliza Bildu es porque Rubalcaba hace el juego a los terroristas. ¿En qué quedamos?

Según los rubalcábidos, todo aquello susceptible de estar planificado ya lo ha planificado la aviesa mente del aún ministro del Interior. Si esto fuera así habría que convenir que Rubalcaba es nuestro hombre. Alguien que no deja nada al azar y que no duerme pensando el más mínimo detalle de cada situación posible. Alguien con tal sentido de la anticipación es el mejor candidato que un partido puede presentar. Como así ha hecho el PSOE. A no ser que se demuestre su participación en la desaparición del Códice Calixtino. Que ya saldrán diciendo que es una de sus famosas cortinas de humo. Al tiempo.

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