NO sabía quién era Rui Moreira hasta este verano. Hoy es el primer alcalde independiente de Oporto, la capital económica portuguesa y su elección parece un paso importante en la recuperación ciudadana de la democracia. Ha hecho campaña en una furgoneta con la que ha recorrido cada barrio portuense. Cuando llegaba al lugar de encuentro anunciado en las redes sociales, sus vecinos entraban de uno en uno y le exponían lo que pensaban de la ciudad y cuáles eran sus ideas para el futuro. Algo muy distinto de las somnolientas pegadas de carteles y de los aburridos mítines pensados para militantes, simpatizantes y demás amigos y familiares que no van ni siquiera a escuchar, sino solo a jalear. Al fin y al cabo, los ciudadanos, ahítos de oír a los políticos, lo que queremos es que nos escuchen. Hartos de partidos enfrentados que toman las ciudades como campos de batalla subordinados a los intereses de cada formación, un grupo de portuenses decidió hace año y medio volver a las esencias de la democracia y buscar un alcalde cuya única atadura sea Oporto.

En Portugal, como en España, tras seis años de crisis, la partitocracia no se ha aplicado ni un leve recorte a sí misma y por ende, hace oídos sordos a los ciudadanos y obvia que no queremos políticos que antepongan los intereses de su partido a los de sus electores, ni que ocupen dos o tres puestos a la vez porque no atienden ninguno, ni que vivan en lugares distintos de aquellos a los que gobiernan o representan. Queremos que el concejal del distrito viva en el barrio para poder saludarlo en la panadería y recordarle que siguen fundidas las farolas del parque y que el diputado no resida en Madrid y sólo venga a buscar votos. Queremos que sea un vecino más, como se exige en EE.UU., porque como decían sus padres fundadores los representantes han de volver a su granja para la siembra y la cosecha y siempre para escuchar a quienes representan y ser su voz ante el gobierno. Esta crisis sistémica anuncia el fin de muchas cosas y una de ellas es la partitocracia. Hay que buscar la esencia de la democracia, en la que los ciudadanos, reunidos en la plaza del pueblo, decidían qué hacer con su dinero. La noche de su triunfo, tan inesperado como incontestable, Moreira pronunció una frase que podrían aplicarse todos nuestros políticos: si los partidos no han entendido lo que ha pasado aquí, entonces es que no han entendido nada.

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