HE recibido, como seguramente miles de españoles, un correo. Importa publicarlo con sus solecismos y tropelías lingüísticas. Ahí va: "Hola. Me llamo Alena. A mi de 28 años. Vivo en Rusia en la ciudad de Kazan. La muchacha solitaria, tener nunca el marido y no tener los niños. Dirigirse en la firma (...) que hacer el servicio del conocimiento de las muchachas con los hombres de España. Les daba e-mail la dirección y la fotografía y ellos dirían a yo que he esperado un poco. Yo quiero hacer conocimiento con inteligente y cuidadoso por el hombre, para las relaciones serias. Esperar que mi foto te gustas enviar también tus fotos. Escribe si es interesante tenerte la comunicación y conocerme. Aquí mi e-mail. Espero tus novedades. Es mucho kisssss. Tu Alena". La misiva adjunta, en efecto, la fotografía de una chica muy joven, rubia y atractiva. Alena.

Normalmente hubiera enviado rápidamente este correo a la papelera, con toda la basura que cada día atiborra el ordenador. Aún no sé por qué, lo he conservado y releído. Quizás porque he adivinado que bajo su horrible redacción se esconde un drama que no es de esta muchacha rubia y atractiva, sino de muchas Alenas, de todas las Alenas de todos los rincones del mundo en los que el presente es aterrador y el futuro simplemente no existe. Aterrador hasta el punto de encomendarse a una organización seguramente delictiva que comercia con la necesidad y trafica con las ilusiones de una vida siquiera decente, lejos de su ciudad y sus raíces. Allí no habrá casi de nada, pero hay oferta de mujeres indefensas, intermediarios entre esa oferta y una demanda potencialmente infinita y medios tecnológicos para permitir el ajuste entre oferta y demanda.

Mientras escribo yo mismo me escandalizo de los términos puramente económicos que manejo para describir lo que no es sino la explotación sin escrúpulos del sufrimiento y de los sueños de un ser humano obligado a poner su destino en manos sucias. Para cambiar, para viajar a lo desconocido que se supone mejor, para "hacer el servicio del conocimiento de las muchachas con los hombres de España". Para "las relaciones serias", claro es, que acaben en un matrimonio salvador, pero, más probablemente, para una aventura traumática o un club de carretera.

Ojalá yo esté completamente equivocado. Ojalá la firma innombrada de la carta que le han hecho firmar a Alena sea sólo una agencia matrimonial seria y solvente. Ojalá lo que hemos leído no responda a una fórmula habitual de turismo sexual a domicilio, sino a una búsqueda sincera de relaciones entre personas adultas y libres. ¿Qué otra cosa se puede hacer desde esta comodidad nuestra más que expresar un deseo que es a la vez compasión? Suerte, Alena.

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