¿Sabe usted qué es lo que quiero?

A los líderes parlamentarios les preguntaría: ¿sabe usted qué es lo que quiero? Y les diría: este ciudadano quiere consenso

En el programa El Hormiguero de Antena 3 hay una sección en la cual su presentador, Pablo Motos, o cualquiera de sus invitados, llaman al azar a un número de teléfono y preguntan a la persona elegida ¿sabe usted qué es lo que quiero?

Si la respuesta es "la tarjeta del hormiguero", esa persona resulta agraciada por el programa con 3.000 euros aportados por una entidad bancaria que patrocina el espacio.

En estas semanas de pandemia, de muerte, de dolor, de entrega por parte de los sanitarios y de tantas personas que han hecho posible que España funcionase a pesar de estar confinada, hemos podido asistir al lamentable espectáculo de la desunión y de falta de acuerdo en las sucesivas actualizaciones del estado de alarma y el abordaje de las medidas sanitarias destinadas afrontar la pandemia.

El coronavirus ha hecho daño en la salud de varios cientos de miles de españoles y ha causado la muerte de decenas de miles. A día de hoy pueden estimarse unas 40.000 personas fallecidas. Este daño es y será irreparable. Evitar nuevas muertes y daños en la salud debería ser prioritario para unir a las fuerzas políticas en el mismo modo que, por ejemplo, hemos visto en Portugal.

El daño en la economía que esta pandemia ha causado y causará en todo el mundo pero, en particular en España, es inmenso y va a tener como consecuencia más paro y más pobreza, generando una enorme incertidumbre sobre el futuro en la inmensa mayoría de la sociedad.

Es evidente, por tanto, que resulta imprescindible un enorme esfuerzo de protección social hacia quienes sean y vayan a ser afectados por la pérdida de empleo. La aprobación ayer del ingreso mínimo vital es un ejemplo de lo que digo. Al mismo tiempo, necesitamos reforzar y reformar nuestros servicios públicos de salud y de atención social para atender las necesidades básicas y una política económica y fiscal que lo haga posible. Esto será más difícil e incluso, imposible, sin acuerdos. Acuerdos que implican generosidad y respeto mutuo. Casi nada.

Pues llegados a este punto les diré que si pudiera llamar por teléfono a todos los líderes parlamentarios, (Pablo Iglesias, Cayetana Álvarez, por ejemplo), les haría la pregunta esa: ¿sabe usted qué es lo que quiero? Y les diría: este ciudadano quiere consenso. Y luces largas. Casi nada. ¿Y si les llamamos todos?

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