Quousque tamdem

Luis Chacón

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Saber perder

Trump actúa de nuevo como el outsider autoritario de siempre, alguien que sólo si gana, cree en el sistema

La democracia se refuerza y afianza con cada elección. Pero lo que legitima una victoria electoral es que el derrotado reconozca que el pueblo soberano ha decidido que debe ser otro quien asuma su representación y gobierno. El presidente Trump, y desde mucho antes del día de las elecciones, ha puesto en duda el propio sistema democrático. El mismo que lo aupó a su más alta magistratura hace cuatro años. Expandir dudas sobre el voto por correo o el voto anticipado no es de recibo en una democracia histórica y ejemplar. Más, cuando él mismo votó anticipadamente en Florida diez días antes de la jornada electoral.

Perder unas elecciones es duro. Más en EE.UU. donde difícilmente se disfruta de una segunda oportunidad para alcanzar la presidencia. Tras felicitar a Reagan que le había derrotado estrepitosamente, Walter Mondale le preguntó al senador McGovern -perdedor doce años antes frente a Nixon- cuándo dejaría de dolerle la derrota: Ya te avisaré cuando suceda, le contestó. En 1896, William Bryan -el único candidato que ha perdido tres veces unas presidenciales- felicitó públicamente a McKinley con un telegrama histórico. Esta va a ser la primera vez desde entonces en la que se ha evitado dicho reconocimiento. El ya presidente electo, Joe Biden, ha iniciado su discurso de la victoria sin incluir la tradicional referencia a la llamada de su contrincante. El presidente Trump actúa de nuevo como el outsider autoritario que ha sido siempre. Alguien que sólo si gana, cree en el sistema.

En la vida y en la democracia las formas son esenciales. Los hombres pasan, las instituciones permanecen. Pero para que permanezcan deben respetarse. EE.UU. ha votado a su presidente cada cuatro años sin excepción desde 1788. El candidato de un partido se convierte el día después de ganar las elecciones en el presidente de todos. Por eso no me cabe duda de que el discurso de aceptación de la derrota del senador McCain (2008) es la pieza de oratoria más exquisita que hemos escuchado en muchos años. Recoge la grandeza de la democracia americana que erigieron los Padres Fundadores: "Insto a todos los que me apoyaron a que se unan a mí para ofrecerle a nuestro próximo presidente, nuestro esfuerzo para encontrar formas de unirnos y dejar a nuestros hijos y nietos un país mejor y más fuerte del que heredamos". La clase, el sentido de estado y el respeto a la democracia concentrados en tres líneas memorables.

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