paso de cebra

José Carlos Rosales

Salario máximo

SI mi sueldo (sin gastos de representación) ascendiera a 467.940 dólares netos al año, lo más probable es que no trabajara nada: lo intentaría con todas mis fuerzas, pero me resultaría imposible hacerlo pensando en esa enorme cantidad de dinero (38.995 dólares cada mes) y en todos los problemas que ese sueldo traería consigo: cambio de costumbres y de horarios, desasosiegos y temores, la sospecha de que toda sonrisa dirigida a mi persona sería una sonrisa falsa, noches en blanco revisando los estadillos mensuales de todas mis tarjetas de crédito.

Si mi sueldo anual se acercara al medio millón de dólares, mi vida laboral sería improductiva, ineficaz, estéril. Y no por falta de serenidad de espíritu o capacidad de control. Mi vida laboral (y también la otra) sería un desastre, tanto dinero desorienta y ofusca. Una relación laboral basada en esa contrapartida salarial es un atentado a la estabilidad emotiva de los trabajadores. Pensemos que no porque sean pocos los que padecen una agresión salarial de este enorme calibre el problema es menor. Los problemas menores siempre engendran problemas mayores y tal vez el actual laberinto económico del mundo tenga su origen en los elevados sueldos de algunos gestores económicos internacionales. Es imposible trabajar a gusto y tranquilo con sueldos tan desmesurados. Por ejemplo, el de Christine Lagarde, próxima directora del Fondo Monetario Internacional: ha firmado un contrato por cinco años con un sueldo de 467.940 dólares anuales más otros 83.760 para gastos de representación. Un 20% más de lo que cobraba Rodrigo Rato durante su colaboración con el FMI. Pobrecillos. Nadie se acuerda de sus sufrimientos y desvelos porque cobran un sueldo muy elevado. Pero habría que pensar que tan injustos son los sueldos bajos (o bajísimos) como aquellos que son altos (o altísimos). El mismo daño puede provocar la escasez como el exceso.

A veces oímos que algunos políticos esbozan con timidez la posibilidad de limitar los ingresos salariales de los altos ejecutivos. Generalmente lo hacen pensando en una respetable solidaridad fiscal. Pero sería mejor otro punto de vista: la solidaridad obrera o sindical, pues si hemos conseguido que exista un salario mínimo, no sé por qué razón no sería posible establecer un salario máximo. Los salarios astronómicos embrutecen tanto como los salarios minúsculos. No debería haber tanta distancia entre unos y otros. Muchos de los altos ejecutivos bancarios, financieros o energéticos quizás esperan una medida de este tipo para dormir relajados, reducir su ansiedad y poder trabajar con sensatez, sin agobios ni hastíos. No lo sé, pero creo que lo están esperando.

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