Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Salgueiro Maia

Los fideles del mundo tenían otro camino, la democracia. Cuando cae una dictadura, nada exige que la releve otra

Fidel Castro ha muerto y Cuba sigue siendo una dictadura comunista, sin libertades, ni prensa libre, ni elecciones democráticas a la vista. Los cubanos llevan más de medio siglo sufriendo a quienes, tras la caída de la no menos sangrienta y corrupta dictadura de Batista que tan bien narra Coppola en la segunda parte de El Padrino, les prometieron el paraíso socialista. Pero la esperanza en los guerrilleros de Sierra Maestra se diluyó como un azucarillo y volvieron la represión, el dolor, la miseria y la propaganda; la represión de quien opine o sea distinto, el dolor de las cárceles y los balseros, la miseria cotidiana y la propaganda que pretende responsabilizar de las consecuencias del comunismo al vecino del norte.

Oponerse a una dictadura no te hace demócrata por mucho que se empeñe la muchachada neocomunista que nos alecciona últimamente. Derrocarla, tampoco. Fidel Castro entró en La Habana el 1 de enero de 1959 y la gente que salió a las calles no pedía comunismo, gritaba libertad. Pero el comandante prefirió aplicar su vieja y manida retórica y -¡hasta la victoria, siempre!- condujo a Cuba por la senda del marxismo para, partiendo de la nada de Batista, alcanzar las más altas cotas de la miseria, en afortunada frase del mejor Marx, Groucho.

He leído tantas justificaciones de su dictadura y tantos elogios al viejo tirano que sólo por hacer justicia les quiero contar la historia de un hombre que se opuso a una dictadura de cincuenta años, participó en su caída y al día siguiente, se volvió a su casa. El capitán Salgueiro Maia formó parte del MFA desde sus orígenes, mandaba la columna de tanques que sitió al gobierno en Lisboa, rindió a Caetano y lo escoltó hacia el exilio. Portugal tomaba la senda de la democracia y de las libertades. Derrocado el salazarismo le ofrecieron todo. Mientras vivió podría haber ocupado cualquier cargo. Todos los rechazó. Siempre dijo que el 25 de abril acabó su papel y empezaba el de otros. Fidel, y todos los fideles del mundo, también tenían otro camino, el de la democracia. Cuando cae una dictadura, nada exige que la releve otra. Por eso, aún hoy, resuena la frase final de la carta de despedida del poeta Reinaldo Arenas antes de suicidarse: "Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla los exhorto a que sigan luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza. Cuba será libre. Yo ya lo soy".

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