La colmena

Magdalena Trillo

Saliendo del armario

LA palabra es horrible pero es la más precisa: "animalistas". Hace referencia al creciente movimiento social en defensa de los derechos de los animales, pero tiene demasiado en común con esas otras que hablan de justo lo contrario: "animalismo", "animaladas"... No hay una sola noticia de política, economía, cultura, turismo o deporte que esta semana haya generado más entusiasmo entre los lectores de Granada Hoy que el anuncio del ingreso en prisión de un joven por matar a un perro lanzándolo por la ventana. Lo contaba Yenalia Huertas con intencionada exactitud: el tipo, con antecedentes por agresiones domésticas y un historial penal que constata su "tendencia a la violencia contra todo ser vivo", se coló en la casa de su madre por el balcón, la llamó "puta", "guarra" y "drogadicta", se fue directo a por su perro, lo estampó contra la pared y lo tiró por la ventana. Ocurrió hace justo un año en Dúrcal y el juez de lo Penal número 1 de Granada acaba de sentenciar que la condena de ocho meses de prisión que le impuso en su momento debe cumplirla.

En los periódicos hemos sobrevivido durante siglos sin saber muy bien qué opinaban ustedes de nuestro trabajo. No me refiero al plano académico ni profesional sobre las grandes funciones del periodismo, nuestra responsabilidad social o el contradictorio papel de los medios como cuarto poder. Me refiero al día a día. A la cotidianidad con que, página a página, se eligen unos temas y se descartan otros, a la rutina con que decidimos que unos vayan a doble plana y otros en un breve y al debate con que terminamos confeccionando esa portada final que, a modo de puerta a la actualidad, les invita a pasar.

Si hasta ahora nos conformábamos con darles voz en ese pequeño y limitado espacio que son las Cartas al director, la realidad de la era digital nos ha brindado un valioso ejército de fuentes dispuesto a colaborar pero también nos ha despertado del perezoso privilegio de sabernos propietarios de la información. Y no sólo tenemos que competir con ustedes a la hora de contar historias, sino que también tenemos que pagar el precio de su atención sintiéndonos constantemente vigilados. ¿No creen que ocultar una metedura de pata o saltarse las reglas del juego ya no es tan sencillo?

Les cuento todo esto porque quiero confesarles que también en los medios estamos cambiando. El día que publicamos la información del perro, el debate era si abrir el periódico con el (de nuevo) drama del paro o saltarnos el guión y apostar por la decisión de un juez sobre un tema 'menor' que ¿tal vez se pudiera ver como frívolo? ¿sensacionalista? Sin olvidar, además, que seguimos viviendo en una sociedad en la que pegar o abandonar a un perro sigue estando consentido, sigue siendo normal y en muchos lugares ni siquiera está mal visto.

Dicen los colectivos animalistas que la sentencia del juez Píñar "pone fin a la impunidad". En la redacción nos preguntábamos si no será que también los animalistas están saliendo del armario. Porque una simple sentencia puede reflejar un "cambio de mentalidad" en los jueces, pero por extensión en la sociedad y, por supuesto, en los medios. También los periodistas queremos salir del armario y romper con ese viejo periodismo prepotente e inmovilista que se veía por encima de la gente y en posesión absoluta de la verdad.

Una de las claves es, sin duda, el compromiso. Como profesionales, como personas. Hacia nosotros mismos y hacia lo que nos rodea. Tal vez debamos agradecer a la crisis que nos haya lanzado a un abismo tan profundo que hayamos entendido que no hay otro camino que el rearme moral. El "civismo". También esta palabra es traicionera. Nos recuerda que somos "personas" pero se parece demasiado a esa otra que evidencia lo resbaladiza que es la hoja que nos separa del fracaso social. El preocupante repunte que se está registrando de casos de maltrato intrafamiliar, jóvenes que chantajean, humillan, intimidan y hasta agreden a sus padres, no es más que una señal. El fiscal de Menores Rogelio Muñoz, encargado de coordinar a nivel andaluz la persecución de los delitos de odio, lo advertía ayer en este mismo periódico: es muy duro denunciar a un hijo pero hay conductas "que no se deben permitir," que no se deben "ocultar". Por mucha vergüenza que nos dé, por mucho dolor que nos produzca, hay que salir del armario. De todos los armarios. Un día la víctima puede ser un perro y otro día…

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