mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

Salud sin papeles

UNOS 700 euros al año va a cobrar el Gobierno de España a los inmigrantes sin papeles para que puedan tener derecho a la asistencia pública sanitaria. Ya no los dejará, como había amenazado hace poco tiempo, abandonados en medio del camino, sino que les ofrecerá esta nueva opción, que consiste en firmar una especie de convenio o de póliza, similar a las que tienen las compañías privadas, para poder atenderlos si necesitan acudir a cualquier consulta sanitaria no urgente.

Lo que no ha dicho el Gobierno es cómo va a conseguir un inmigrante sin papeles, y por lo tanto sin ningún carnet, sin residencia fija, sin empleo y seguramente sin familia que lo apoye económicamente, pagar este dinero que, para una persona en semejante situación, constituirá una cantidad astronómica. Ni tampoco ha aclarado el gobierno que métodos va a emplear para conseguir este pago. ¿Contratará acaso a los antiguos escoltas de políticos para que se dediquen a buscar inmigrantes ilegales por los comedores públicos o entre los cartones de las oficinas bancarias?

Esta nueva medida del Gobierno resulta, además de perversa y poco práctica, contradictoria y, sin duda, cínica. Como todos sabemos, los inmigrantes sin papeles son, por decreto legal, personas invisibles, o invisibilizadas. (Digo personas porque no hablo desde la perspectiva de los que mandan, o de los que repiten lo que dicen los que mandan, ya que muchas veces incluso esta humanidad parece también retirárseles a los inmigrantes ilegales, al llamarlos, descarnadamente y sin ningún sustantivo, los sin papeles). Y, de pronto, el mismo Gobierno del país que no los ve, o no quiere verlos, el mismo gobierno del país que los declara ilegales, ha decidido, de manera puntual, visibilizarlos. O, mejor dicho, ha decidido visibilizar el supuesto dinero que va a cobrarles por acceder a algo tan imprescindible e impostergable como la atención médica. Es decir, con esta medida el Gobierno declara que, al mismo tiempo que no considera legal la mano, ni el brazo, ni la cabeza, ni a la persona que paga esta póliza llamada contrato, paradójica, cínicamente, le parece legal, y muy legal, el dinero procedente de esta misma persona para ingresarlo en sus cuentas.

Utilizando ese eufemismo que llama "los recortes", cual si fuera algo así como un inofensivo peluquero, este Gobierno está haciendo en realidad cosas que podríamos llamar, mucho más objetivamente, con palabras más duras: poda, mutilación, amputación, desmoche, tala... Tristemente, cada día hay un derecho menos, un derecho que se pierde en este otrora modélico país.

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