Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Salvapatria futbolístico

SOSTIENE Laporta que el Barça guía la libertad de los pueblos sometidos y que le seduce presentarse a las elecciones catalanas. Los salvapatrias no suelen ser gente fina. Observen, si no, al último arquetipo global de salvapatria, el venezolano Hugo Chávez, un militar golpista que fracasó en su intento de conseguir el poder por las armas en 1992. Elegido en las urnas el 99, se permitió llamar gorilas a los militares golpistas hondureños de 2008. Una tremenda falta de estilo, entre colegas del mismo oficio. Pues bien, dentro de los salvapatrias hay un biotipo particularmente burdo y procaz, que es el salvapatria futbolístico. Se trata de una subespecie populista que intenta sacar rentabilidad material a los éxitos deportivos de su club y a la notoriedad que facilita el cargo. Tenemos cerca algún ejemplar de este género. Sin ir más lejos, el mismo año 92 que Chávez fracasó, Lopera se hizo con la mayoría de las acciones del Betis, por una cifra que se antoja ridícula: cuatro millones de euros. El buen hombre venía a salvar al Betis y ahí lo tiene, a ocho puntos del descenso a Segunda B.

La nueva estrella en tan selecto escenario es el presidente del Fútbol Club Barcelona, Joan Laporta. Acaba de declarar a El Mundo que el Barça más catalanista de toda su historia es también el más universal y que Cataluña necesita un Estado propio. No creo que el Barcelona haya ganado todas las copas del año por ser catalanista. Podría haber dicho que el fútbol de su equipo encarna la elegancia, la técnica, el espíritu de equipo o el esfuerzo. Pero no, el buen hombre prefiere la bandera de los pueblos sometidos. A Laporta se le han subido a la cabeza los éxitos de Guardiola. Que no son exactamente suyos. Sin ir más lejos, votó contra él más del 60% de los 40.000 socios que participaron en el verano de 2008 en una moción de censura para rechazar su gestión. Entonces puso de entrenador a Guardiola, que estuvo con Lluís Bassat, su principal contendiente en 2003. Y a medida que llegaban los títulos de la era Guardiola, aumentaba la jactancia del presidente censurado.

Tanto ha mejorado su autoestima, que Laporta se mira en su espejo y ve a Companys. "No quiero ser un mártir, pero sí un líder". Aunque al natural, se parece más a Berlusconi o Jesús Gil, presidentes populistas del Milan y el Atlético de Madrid, convertidos en políticos aprovechados. Por cierto, procesados ambos por corrupción en numerosas ocasiones y condenados en varias. Ese es uno de los lados oscuros del populista profesional. Piensa uno, a bote pronto, que un pueblo tan culto y maduro como el catalán no le daría el gobierno a un salvapatria. Pero lo mismo podría pensarse de Italia o Marbella y ya ven los circos que montaron los colegas del mismo oficio que Laporta. Otra cosa diferente sería si Guardiola se presentase a presidente de la Generalitat o del Barça. Un tipo tan serio y juicioso sería difícil de batir.

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