San Justo y Pastor

Los niños pueden enseñarnos de nuevo a sonreír y llorar. Dice el Papa que los niños dicen lo que sienten, dicen lo que ven

Dice el Papa Francisco que el mundo sólo puede cambiarse con pequeños gestos, con un corazón abierto, escuchando a los otros, recibiendo a los otros, compartiendo las cosas, con generosidad. Dice el papa Francisco que sonreír y llorar, son dos cosas que en nosotros los grandes, a menudo se "bloquean", ya no somos capaces…, que muchas veces nuestra sonrisa es una sonrisa de cartón, una sonrisa artificial, de payaso. Los niños en cambio, sonríen espontáneamente y lloran espontáneamente. Siempre depende del corazón. Y entonces los niños pueden enseñarnos de nuevo a sonreír y llorar… Dice el Papa Francisco que los niños no son diplomáticos. Que dicen lo que sienten, dicen lo que ven. Y muchas veces, ponen en dificultad a los padres. Dicen: "Esto no me gusta porque es feo" y lo hacen delante de otras personas… Pero los niños dicen lo que piensan. No son personas dobles. Todavía no han aprendido aquella ciencia del "doblez" que nosotros, los adultos, sí hemos aprendido".

Sus palabras solucionaron mi debate vespertino interno ayer acerca de si dedicar esta columna, una más, a la alcaldía de Granada o referirme al 'Escape Room' y a los macarrones del abuelo Paco que reflejaba Alejandro ayer en nuestro diario. Al campamento urbano que en el claustro de la Iglesia de San Justo y Pastor ha reunido a más de sesenta niños (las solicitudes rebasaban las ciento veinte), para enseñarles que no dejen de ser niños nunca. Y se lo enseñan visitando la catedral, a unas monjas de clausura, recorriendo nuestra ciudad. Jugar, cantar, cocinar, crecer, sonreír…

La duda se disipó apenas en unos minutos. Los chats del watsapp se llenaron de comentarios. "La que tiene liada el Padre Villena… mi nieto está asistiendo y dice que se lo pasa divinamente (nunca mejor dicho)". "Qué alegría ver cómo disfrutan en un entorno tan lleno de valores y mensajes de optimismo y esperanza. Una inyección de ilusión para nuestros pequeños y un ejemplo para nuestros mayores". "Muchísimas gracias a cuantos hacéis posible esta experiencia inolvidable para nuestros hijos. No hay palabras para agradecéroslo".

Sé que hoy no es el día. Que este viernes se entrecruza anudado de vericuetos políticos, de torticeros mensajes sobre un futuro de la ciudad que nadie atiende, de sillones, de dos más dos…, pero preferí que fuera el día de 65 niños y 23 monitores, de los abuelos Paco y Mari, de Luis González, un padre y profesor que entrega parte de su tiempo y un poco más a hacer algo por alguien. Y siempre sonríe. Aunque no tenga ganas. Que era el día de José Antonio Villena, el pater y alma de familias en periodo de aprendizaje. Porque José Antonio enseña lo divino, para eso es el pater. Pero también descubre e impregna a todos de la auténtica condición humana. Y la exhibe a pleno pulmón en cada día, en cada gesto, en cada emoción.

Apenas quedan horas para que el campamento termine. Espera la ruta del mamut y la piscina. Pero antes habrán hablado entre ellos, se habrán conocido, se habrán prometido volverse a ver el próximo curso, todas las semanas. Habrán crecido sabiendo que el mundo puede y va a ser distinto, que no es el de la tele ni el de las cifras de pandemia. Que se puede crecer en pandilla. Que cabe sonreír a la vida. Y sobre todo, que alguna vez tocará a estos niños, ya no muy niños, devolver la generosidad que hoy tuvieron con ellos.

Y que la vida, con amigos, siempre será más vida…

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