As en la manga

Ángel Esteban

San Luis, Rey de Hortaleza

AHORA te da pena que se vaya a Turquía. Pues ahora, te fastidias. Se irá y ganará 6 millones en dos años, para retirarse cual catedrático: como Emérito. Todo aquello que has rajado sobre Luis te lo estás comiendo con papas, porque tú también has llorado frente al televisor al ver cómo le mantean los niños de La Roja, cómo baila con ellos como si fueran sus hijos, cómo le piden (a Villar, claro) que se quede para ganar también el Mundial de 2010, cómo nunca pierde la calma y demuestra que es un señor, tosco pero magnífico. Honoris Causa por Hortaleza, mirando constantemente al suelo como quien dice: "Así soy y así seré siempre, no me toques las narices". Ha habido dos momentos muy parecidos en mi vida, de una intensidad brutal: cuando Luis metió el gol (también a los alemanes) en la final de la Copa de Europa de hace un siglo y el gol del Niño el pasado domingo. Alguien dirá que se me ve el plumero rojiblanco a kilómetros y es verdad, pero ahí está España todavía revolucionada, digiriendo una gesta que no tiene parangón, porque, por una vez, el mejor equipo con diferencia ha ganado con autoridad y jugando el mejor fútbol de lo que llevamos de milenio.

Eso, en gran parte, es obra de Luis. Porque de nada sirven 50 Ronaldihnos (ya se ha visto) si no hay orden, exigencia, ilusión, coordinación y un espíritu común. Un entrenador no es sólo un estratega, un tipo con una libreta y mucha visión de juego, sino alguien que saca lo mejor de cada individuo y consigue que el conjunto sea no sólo la suma de todos los esfuerzos particulares, sino la multiplicación de las capacidades, derivada precisamente del intercambio y la complicidad de unos con otros.

A mí, personalmente, me da pena que se vaya, sobre todo porque es un seguro de vida. Quien venga lo tendrá crudo, aunque sea Del Bosque, otro gran entrenador, porque la sabiduría es algo que se tiene o no se tiene, que no puede comprarse en un cursito de entrenadores. Dentro de dos años, estos veintitrés, y los Bojan y Capel que vayan entrando, nos van a seguir dando alegrías. El Niño ya no lo es, Inglaterra lo ha hecho un hombre, hasta le han quitado las espinillas (las de la cara, no las de las piernas). Su garra y su convicción lo han convertido en un jugador clave en los momentos más complicados. Y los demás sorprenden asimismo por la madurez, la ambición y el dominio del balón. Incluso Iniesta, que parecía que le venía un poco grande, ha dado el do de pecho. Hasta Navas podría perder el miedo escénico, bajo las alas del Sabio.

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