Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Sánchez, en sus contradicciones

Resucitar la España plurinacional, cuando la violencia separatista se ha impuesto en Cataluña, sería una locura

Pedro Sánchez, cuya capacidad de contradecirse así mismo es conocida, se ha visto sumergido en una incómoda polémica sobre si había que incluir o no en el programa electoral el concepto plurinacionalidad, que le exigía el incómodo Iceta, cabeza del socialismo catalanista. Este inoportuno debate, versión de la nación de naciones, que el propio Sánchez calificó alguna vez al viejo país, como lo hizo Zapatero o Iglesias, de aceptarlo ahora, sería una forma de suicidio electoral, cuando la violencia separatista se ha impuesto en la región que quiere halagar, donde lo único que podrían aceptar los fanáticos independentistas que la gobiernan, engañando a los ciudadanos con algo que nunca lograrán -lo ha afirmado el propio Sánchez-, es la independencia, para esa hipotética república bananera, racista, supremacista y excluyente donde hasta los propios ciudadanos de la región podrán ser considerados seres inferiores, si no son afectos al régimen, como el resto de los españoles. Lo ha repetido Torra en sus proclamas xenófobas, tan parecidas a la ultraderecha de un socialnacionalismo de tan infausto recuerdo en Europa y también en España, cuando se impuso -por la fuerza, la persecución y el terror- el otro nacionalismo españolista excluyente donde no tenían cabida los que no comulgaran con el régimen ni, por supuesto, se aceptaba la variedad social, cultural, política e histórica que es lo que justifica a España como rica pluralidad. No se ajusta a la realidad que Sánchez diga que la ultraderecha es la única que cree en la unidad. Es verdad que Vox desprecia el matiz de esa riqueza plural, pero hay muchos españoles de derecha no extrema, de centro y de izquierda -el PSOE, antes de los malabarismos sanchistas lo asumió históricamente- que, enorgulleciéndose de esa pluralidad, creen en una única nación, con todos sus matices y variedades, como la recoge claramente la Constitución. Pensar en reformarla, como ha dicho Iceta, para que tengan cabida otras naciones, es un debate imprudente que dañaría en estos momentos a quienes lo mantengan.

Ya le preguntó un compañero de Sánchez, Patxi López, al hoy candidato si sabía lo que era una nación. Y en esa hipotética plurinacionalidad, ¿cuántos territorios se considerarían naciones y cuáles no? ¿Volveríamos a la primacía de las nacionalidades históricas? ¿Se apostaría por ciudadanos de primera y de segunda, con diferentes derechos en una y otra 'nacionalidad'? ¿Sustituiríamos el denostado 'café para todos', de las autonomías, que tanto molestaba a los catalanistas excluyentes, por entes en los que pueden sentirse extranjeros los que no tengan el carnet ni el ADN 'nacional'?

Sánchez sabe que este debate, abierto por Iceta, puede causarle un gran daño el 10-N.

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