La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Sánchez: una grosería calculada

Si se suma su grosería y su carencia de empatía a su arrogante ignorancia se comprende su "valiente" gesto

El grosero desaire de Pedro Sánchez no asistiendo al funeral por las víctimas de la pandemia no es un gesto irreflexivo, ni una imposición de agenda, ni una apuesta por la sana y necesaria aconfesionalidad. Responde a lo que la mayoría de sus votantes esperan de él y de este gobierno de coalición entre el PSOE y el populismo de Unidas Podemos: no separación entre Estado e Iglesia, sino beligerancia contra ella y la religión católica. Porque a los musulmanes les felicita el ramadán ("Deseo a todos los musulmanes de España un muy feliz Eid el Fitr. Que el mes de Ramadán que acaba de concluir os traiga, nos traiga a todos, mucha paz. ¡Eid Mubarak!", tuiteó) mientras ignora a los católicos que representan -sean o no practicantes- el 61% de los españoles frente a un 21,5% de agnósticos, un 14% de ateos y un 1,8% de practicantes de otras religiones (datos del CIS de Tezanos). En un país que, como toda Europa, no puede entenderse en su historia y su cultura -se sea o no creyente- sin el cristianismo.

El agnóstico George Steiner sostenía que, si algún día desapareciera la pregunta sobre Dios, el arte y la literatura descenderían a lo trivial. En "Un prefacio a la Biblia hebrea" el gran humanista -dicen los pesimistas que el último- escribía: "Es el libro que define, y no sólo en el ámbito occidental, la noción misma de texto. Todos nuestros demás libros, por diferentes que sean en materia o método, guardan relación, aunque sea indirectamente, con este libro de libros… Todos los demás libros (…) son como chispas, muchas veces desde luego lejanas, que un soplo incesante levanta de un fuego central… La Biblia determina, en buena medida, nuestra identidad histórica y social".

Estas palabras pertenecen a un universo culto y tolerante que, a Pedro Sánchez, al PSOE que ha jibarizado a su tamaño, y no digamos a sus socios de gobierno, les resulta a la vez incomprensible e irritante, cosas viejas de sacristía y reaccionarios, ruinas de la adormilada y levítica Vetusta de Clarín que "hacía digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana del coro". Si se suma su habitual grosería y su carencia de empatía a su arrogante ignorancia se comprende que se sienta más que satisfecho de su "valiente" gesto de ignorar el funeral que presidían esas otras molestas reminiscencias del pasado que son los reyes.

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