¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Sánchez, de tigre a gato

Sánchez no tiene -ni tendrá- los apoyos para tocar la Reforma Laboral. Está condenado a una política de gestos

Del fugaz paso de Màxim Huerta por el Ministerio de Cultura sólo nos queda, como pavesas al viento (Berrio dixit), el recuerdo de algunas de sus manías: no le gustan los toros, el deporte y pagar impuestos. Esto último es especialmente humano y comprensible, sobre todo cuando ves que Hacienda te levanta el 49% de unos ingresos que has generado con el sudor de tus neuronas. Pero noblesse oblige y es normal que un ministro socialdemócrata ponga buena cara a los abusos del Fisco y no invente sociedades interpuestas para tributar menos. Màxim Huerta se fue y apenas nos dejó su discurso-rabieta de despedida, en el que acusó a la prensa de "jauría" y de iniciar una "caza de brujas". Ya sabemos que la izquierda-gaseosa, cuando es cuestionada, pone cara de reina ofendida y ve tanques de la Brunete y crispación donde, en la mayoría de los casos, sólo hay periodismo.

El affaire Huerta es la primera lección que le da la realidad al presidente: las gracietas se terminan pagando. El Gobierno ha sido sometido a su primer test de estrés por una auténtica bobería de la que sólo Sánchez es culpable (y, quizás, ese Rasputín llamado Iván Redondo). Al final, nuestro premier ha tenido que optar por un ministro de Cultura de verdad: José Guirao, reconocido y respetado profesional del que se guarda un buen recuerdo en Andalucía, donde fue director general de Bienes Culturales de la Junta entre 1988 y 1993.

Sin embargo, el asunto Huerta, pese a su morbo de sobremesa, no deja de ser una anécdota, como también lo son el cese de Lopetegui o la inminente entrada en prisión de Urdangarín. Tampoco pondríamos el foco de atención en el rescate del Aquarius, una decisión humanitaria que nunca criticaremos (pese al tufo a oportunismo) y que con el tiempo, cuando se vaya cociendo a fuego lento, se puede convertir en una auténtica pesadilla para el Ejecutivo. A nuestro inmodesto entender, la noticia de alcance de la semana ha sido el reconocimiento del Gobierno de que, pese a su compromiso, no tocará los aspectos claves de la Reforma Laboral del PP. La razón es muy clara: no tiene -ni puede tener- los apoyos parlamentarios necesarios (¿o alguien piensa en un PNV molestando al empresariado vasco?). El Gobierno de Sánchez sólo podrá hacer políticas ministeriales: gestos y decisiones que no necesiten el del Congreso. Ésta es la tan cacareada resurrección del parlamentarismo. El tigre que se comió a Rajoy ha resultado ser un gato con las zarpas limadas. ¿Para esto quería el poder?

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