Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Sangre muerta

Rajoy juega a la tortuga, enrocado tras su caparazón de plasma para desesperación de quien haga falta

Dice mi amiga Marga, la sultana del Albaicín, que Rajoy es un 'sangre muerta' y que menos mal que lo es, por la que le ha tocado lidiar con Cataluña. Intrigado por el calificativo le pido que se explique.

Mientras el sol otoñal le ilumina el rostro en una terraza de plaza de Gracia, me cuenta Marga que si todo este lío le hubiera tocado a Aznar teníamos ya los tanques destrozando asfalto por la Diagonal o las Ramblas. Razón le sobra.

No, no conocía yo esa expresión, "sangre muerta", y menos aplicada a un gobernante. Frente a los de sangre caliente como yo, me aclara, los 'sangre muerta' oponen a todo la pausa propia para el desconcierto ajeno. Rajoy, camuflado en su traje, sus gafas y su barba, juega a la tortuga, enrocado cuando arrecia tras su caparazón de plasma para desesperación de quien haga falta.

Así ha logrado, hay que reconocérselo, sortear puñales desde todos los frentes y desde la retaguardia, haciendo de su debilidad de rumiante ante las fieras virtud y estrategia.

Con el circo catalán se sentó de espectador y a esperar. A veces en exceso, pero asestando el golpe certero con el ariete del 155, a sabiendas de que con esa baza ganaba esa partida de ajedrez tan mediática. Jaque y puede que mate. Veremos.

Forca 'La renegada' y Putxi 'El fugitivo' dejaron caer sus caretas desesperados ante tanta paciencia, desvelando lo que realmente eran: una heroína miedica ella a la que le tembló la dignidad ante la cárcel; y un malabarista torpe él, con tendencia al truco y las fugas.

Mientras tanto, el 'sangre muerta' gallego, con su estilo tontorrón pulió una estrategia que al final impuso un ritmo tan gallego como Franco o la muñeira.

Sus artes son varias. Deja hacer mientras oculta los trapos sucios; azuza a la prensa cautiva, les muestra señuelos falsos, mientras da margen a que se vacíen las cárceles de peperos y corruptos. Y no pasa nada. Desesperante. Y la economía en alza. Y a ver quién se aburre antes, que él se va a jugar un dominó al bar de su pueblo mientras que el país entero se desespera, y él a lo suyo, salvando abismos insondables con cara de no enterarse de qué va la cosa, a lo Claudio, aquel emperador feo, sabio pero aparentemente idiota que sobrevivió a todos. A lo Rajoy, ese superviviente que enfría su sangre de ofidio hasta que se despista la presa.

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