Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Sedición, y lo que haga falta

Debemos convenir que la democracia es el mejor de los sistemas posibles, por técnicamente decente y por su vocación de superar las satrapías y su natural totalitarismo. El poder absoluto corrompe absolutamente; es cuestión de tiempo que quien se monta a diario en la bici ajena acabe creyendo que es suya, si convenimos que la cosa pública, o privada pero común a varios, debe ser ajena a la potestad de un individuo concreto o siquiera a una utópica aristocracia o gobierno de los mejores. Pero la democracia, basada en el voto universal, o sea, hasta el de los cretinos, contiene en esencia pasivos, defectos, rémoras. Por ejemplo, los derivados de un sistema electoral potencialmente fragmentado, en el que el cabildeo y el intercambio de estampitas exijan componendas para conseguir legislar, o sea, gobernar o ejercer el poder. Nuestro Gobierno es un gobierno en minoría, obligado al toma y daca, a veces de forma flagrantemente ineficiente para el bien común. Si, encima, quien ostenta la cumbre política nacional es un superviviente nato (Manual de resistencia, Pedro Sánchez, 2019), los árboles del mantenimiento de Moncloa y su aritmética cegarán la visión del bosque de la obligación de gestionar la res publica. Lo tomas o lo dejas, o te lo tragas: lo que es legítimo y legal no tiene por qué ser lo mejor, tampoco para gobernar. Esos son los bueyes con los que aramos.

Esta semana hemos asistido a una modificación política aviada desde un Gobierno en tenguerengue, que responde a este esquema, o sea, el que obliga a dar patadas a seguir, y conceder a una minoría regional -declaradamente contraria al Estado español- el contradiós de repudiar un mandato unitario constitucional: el Estado es ley, unidad y fuerza, ¿o no? Por la retambufa funambulista, la sedición (alzamiento contra el Estado) se proyecta eliminar, aunque sea nominalmente, de los delitos -los gordos-, para acallar a socios que, minoritarios y desafectos, resultan estratégicos para la supervivencia resistente del PSOE en el poder central. Doctores tiene el Derecho y esta casa editorial, pero no hace falta ser Aranzadi para concluir que se trata de una modificación del Código Penal a cambio de algo: Pedro Sánchez no da puntada sin hilo, y hace bien. Una permuta do ut des, a la remanguillé y ajena a los problemas nacionales de verdad. ¡Es la democracia, estúpidos! Cabe recordar que el Govern catalán declaró la independencia de Cataluña -su propia Cataluña privada, no toda- a las bravas y desde el poder legal, por un mandato cuasi divino emitido por un referéndum de la Señorita Pepis. Sedición, qué palabra tan fascista, Dios santo.

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