En los años 1999, 2003 y 2007 participé como miembro de tribunal y de comisiones de evaluación en las pruebas de Selectividad, llámense PAU, EVAU, o como quiera que las renombren; es la selectividad. Año a año he seguido con cierto asombro cómo se magnificaba su sentido y significado para los estudiantes. Es indudable que por unas centésimas algunos estudiantes pueden ver frustradas sus aspiraciones para estudiar según qué carrera; empero resulta que la calificación de esa prueba significa el 40% de la calificación final, frente al 60% de las notas del Bachillerato. Discutir el sentido de la prueba y su, para mí, sobresignificación no es objetivo de estas líneas, aunque quiero manifestarlo. De hecho y para descargarlas de ese omnipoder, hace ya años que los estudiantes pueden volver a presentarse para, aun habiendo aprobado, subir sus calificaciones. ¿Realmente creemos que con 17-18 años todos nuestros jóvenes tienen clarísimo su vocación profesional?

Lo que ya me resulta casi de locos es que se postule una prueba única para todo el país

Por suerte, en 1999 no había redes sociales pues en la sede en que me tocó vigilar se produjo un pequeño incidente que pasó desapercibido pero que hoy quizás hubiera provocado una queja en todos los exámenes de Granada y puede que en toda Andalucía. Y seguro que se recogerían firmas para anular la prueba o cosas del estilo, en definitiva los hechos que en los últimos dos o tres años vienen ocurriendo en Andalucía, en Madrid, en Valencia o en donde sea, pues en esos días de junio pareciera que todo el mundo está pendiente de la dichosa Selectividad. Me resulta complicado entender cómo una prueba que se prepara durante todo un año termine generando errores del estilo de los que se denuncian. Pruebas muy difíciles o incluso con contenidos fuera del programa de estudios; errores en la redacción de las preguntas, etc. En fin, errar es humano y se dan errores. Y la opción de las redes sociales, que tan maravillosamente manejan los estudiantes, provoca que todo el mundo casi al instante lo conozca. Sin duda que hay que trabajar para evitarlos.

Lo que ya me resulta casi de locos es que se postule una prueba única para todo el país. Que lo pidan los estudiantes pareciera lógico, en particular cuando es manifiesto que no todos los exámenes son iguales, pero que la clase política diga que sería deseable es de un CINISMO difícilmente calificable. ¿Quieren decir los políticos que están dispuestos a controlar desde algún sitio, llámese el Estado Central, los 17 sistemas educativos que existen en el Estado? ¿Están dispuestos a renunciar a las transferencias en Educación aunque sea en el Bachillerato que ya no es una educación obligatoria? ¿Cómo pretenden coordinar contenidos, criterios de evaluación, sistemas de corrección; y además fechas de celebración, por ejemplo? Lo de los contenidos dirán que están en el BOE y en Bachillerato son prácticamente comunes en todo el Estado. Ya, ¿y cómo se asegura que sean en el idioma común al Estado, dígase castellano o español? Creo que un estudiante de Badajoz lo podría realizar, pero quizás uno de Girona no estaría tan de acuerdo. Y ya no es cinismo sino probablemente ignorancia, como mínimo, manifestar que en realidad no hay tantas diferencias y que las pruebas son similares. En absoluto hay igualdad. En teoría los contenidos son los mismos, por supuesto, pero el propio formato del examen es distinto en cada comunidad autónoma. Les hablo con conocimiento de la prueba de Biología, esa materia que cómo es de Ciencias dicen que es mas “objetivable”. Pues bien, hay comunidades en que hay preguntas tipo test y otras abiertas; en otras no hay test; en algunas hay 7 preguntas, en otras solo 5; en unas casi nunca se plantean ciertos problemas; en otras casi siempre. Hay diferencias porque hay 17 sistemas educativos. Cuando tengamos un consenso educativo podremos hablar de unificar la selectividad. Ahora, hacer declaraciones de las que se vienen escuchando últimamente, con el calentón de que los estudiantes dicen que el examen fue muy difícil, es la manera habitual de hacer política de los que nos dirigen. La solución es de los expertos, crearemos una comisión que no podrá resolver nada porque el problema lo crearon esos mismos políticos. Y nada augura que los que vengan quieran ni planteárselo ni solucionarlo.

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