La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Serenas y tiernas felicidades

La Navidad sin Dios, sin ternura y sin serenidad entristece aún más a los tristes y ahonda la soledad de los solitarios

Se da estos días una grosera y ruidosa exhibición de alegría que a veces roza el impudor de quien ostenta riquezas ante un pobre o abundancia de comida ante un hambriento. No me refiero a la alegría serena de quienes tienen con quien compartir los gozos de la Navidad, cada cual con su cruz a cuestas -que nadie se libra de ellas, ni de que los años les vayan sumando peso ausencia tras ausencia-, sino a la exageración consumista, la exhibición impúdica, el desmadre ruidoso y el vacío de ternura que ignora y ofende las carencias de unos y el dolor, la tristeza o la soledad de otros. Mañana es Nochebuena y los cristianos tienen una razón para alegrarse y felicitarse. Y los que no lo son también porque esta fiesta -gracias a Dickens- se ha convertido en una exaltación universal de la fraternidad. Lo que no deja también de ser cristiano, no se equivoque nadie. Dickens no inventó una Navidad sin Dios, hizo sentimentalmente universal la cristiana.

En su prólogo a Los papeles póstumos del club Pickwick en la edición de Penguin Clásicos escribe Jordi Llovet: "Hay obras que han llevado hasta un punto inigualado la vieja lección de educar a los lectores haciéndoles pasar, al mismo tiempo, un largo rato lleno de una serena, tierna y desbordada felicidad. La mayor parte de la obra de Dickens pertenece a esta categoría… En modo alguno puede decirse que sea un escritor socialista... Su punto de vista ante la situación de los pobres y los privilegios de los ricos fue una actitud que debe ser llamada, pura y llanamente, cristiana".

Sean sus Navidades muy cristianas, ya sea en el sentido estrictamente religioso o en el sentimental pero también cristiano dickensiano. Que el estruendo superficial de su alegría no haga más profundo el dolor de quienes sufren y la soledad de los solitarios. Sea la nuestra una felicidad serena y tierna, no vacía y consumista. Como ha escrito don Juan José Asenjo: "En los últimos años se está produciendo el secuestro silencioso del misterio de la Navidad. Tal secuestro se perpetra vaciando la Navidad de contenido religioso y convirtiendo estas fiestas preciosas en las vacaciones de invierno o en las fiestas del derroche y el consumismo". Esta es la Navidad ostentosa y ruidosa sin Dios, y por ello sin serenidad y sin ternura, que entristece aún más a los tristes y ahonda la soledad de los solitarios. No sea la nuestra.

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