Pero hoy Sergio, hoy sólo es momento de levantar la cabeza, de caminar, de saludar, de plantear nuevos retos, de seguir, de sonreir a la vida,… has ganado, Sergio, y nadie te lo va a quitar. Sólo dos meses para disfrutar de tu familia, que también les haces falta. Decía Shakespeare que, tal y como está el mundo, ser honrado equivale a ser un hombre escogido entre diez mil…". Hace varios años terminaba un semblante con estas palabras. Era Sergio Bueno, concejal unos años, alcalde otros muchos, de Santa Fé. Trataba de reflejar su honestidad, la de quien, después de haber sido denunciado injustamente en muchas ocasiones, y con la dignidad que debe tener el que ejerce facultades públicas, dimitía, sin pronunciar una palabra más alta que otra.
Hace también varios años, Sergio comenzó la guerra de los tribunales. No sé cuantas batallas: cuatro, cinco… no las contamos entonces. El silencio era su mejor estrategia. El silencio de quien está convencido que todo lo entregó por su pueblo. A veces el alma tiene eso: sabe rezar las injusticias, pero también sabe que la lealtad cuando ocupas un cargo, pasa porque nada afecte la imagen que defiendes y el pueblo que te eligió. No sirven discursos si, cuando toca predicar con el ejemplo, abandonas tesis, vergüenza y dejas algunas cosas más en el camino.
Sergio dimitió. Pensó que su imagen no podía afectar aquello en lo que siempre creyó: su pueblo. Por muy injusto que fuera. Por mucho que estuviera ante una torticera acusación. Esto no va de injusticias. Va de credibilidad de un sistema. Nadie desea nunca ese momento. Obvio. Sufren los cercanos y nada justifica su tremenda injusticia. Pero llega. En más ocasiones de las que debiera. El juego político se banaliza de tal forma que ganamos votos con ataques y nunca con proyectos.
Debería legislarse la suspensión cautelar de la función pública: en qué casos, en qué fases del proceso, hasta cuándo…. Aun siendo conscientes que puede suponer el fin de brillantes carreras políticas. Pero mientras se lleva a cabo, mientras consuman una suerte de pacto político que no interesa ni a los mismos políticos que ya lo son de quita y pon, sólo caben opciones personales. Desde los que piensan "deben dimitir todos menos yo porque lo mío sí que es es injusto", y se aferran al sillón; desde los que hacen campaña política con el desprestigio y la denuncia torticera; hasta quienes, como Sergio Bueno, entiende que llega el momento de dimitir y preservar la imagen de la función pública a pesar de lo injusto de la situación.
Una tras otra, las batallas de Sergio fueron concluyendo. En todas, la condición de absuelto. Menos la de su prometedora carrera política. Esa quedó dañada. Yo quise entender que para siempre. Gracias a Dios, me equivoqué. El sábado 8 de febrero, el Boletín Oficial del Estado publicaba una Orden de 5 de Febrero, por el que el Consejo de Ministros venía a acordar su nombramiento como Director de Gabinete del Secretario de Estado con las Cortes y Asuntos Institucionales.
Jugar segundas partes, a veces tiene estas cosas. Y debe existir en algún lugar del mundo una justicia no escrita, aunque no la reconozca. Y algunos, como quien llamó a su lado a Sergio, querido profesor, para quien no todo vale.
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