Los asiáticos siempre han estado entre nosotros. Ya sea como turistas o regentando algún negocio, hace años que los nacidos en España y los nacidos en algún punto de Asia se mezclan en una amalgama inseparable. Sin embargo, es ahora, con la alarma del coronavirus (cuyas cifras habría que mirar detenidamente antes de entrar en pánico), cuando se han convertido en una especie de apestados sociales. Casi hemos olvidado cuando recibíamos con los brazos abiertos a los turistas chinos que llegaban a Granada dispuestos a gastar su dinero. Esos billetes, parece, no estaban infectados.

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