UNOS días después de que la Fiscalía pidiera dos años de prisión para un profesor de la Universidad de Granada por pintarrajear las calles del Albaicín con frases absurdas, unos desconocidos han vuelto a ensuciar las paredes en el entorno de la Catedral, en concreto, en la calle Oficios. Los gamberros en esta ocasión utilizaron un andamio quizá para que el elevado contenido intelectual de sus mensajes (uno de ellos decía "Meas") no pasara desapercibido a los miles de turistas y viandantes que callejean a diario por el casco histórico. Granada es posiblemente la única ciudad española cuyo patrimonio histórico sufre desde hace décadas constantes atentados de estos personajes. La Fiscalía, que ha mostrado un celo ejemplar en la identificación y castigo de estos vándalos modernos, ha tomado cartas en el asunto y maneja la posibilidad de acusar a los grafiteros de un delito contra el patrimonio. No se trata de inventar castigos ejemplares, sino de actuar con proporcionalidad frente a individuos que dañan caprichosamente el patrimonio.

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