Granada sigue en una nube. A pesar de la larga noche del sábado, la capital madrugó el domingo para ver a su equipo en lo más alto de LaLiga. Muchos seguían soñando aunque hubiesen vuelto al estado de vigilia. Porque este Granada CF de Diego Martínez convence hasta a los más descreídos, aquellos que daban por imposible volver a ver al club siquiera en Segunda hace cosa de tres lustros. Equipo y técnico son una máquina perfectamente engrasada que ejecuta su plan a la perfección. Sucumbió el Barça de Messi y Ansu Fati en Los Cármenes y en el horizonte del aficionado rojiblanco ya se divisa el Bernabéu. Sirvan las señas de identidad de este vestuario como hoja de ruta para hacer funcionar cualquier proyecto: trabajo, criterio, ideas claras, gestión de recursos, organización... No se necesita tanto. Qué paradoja que un equipo abandonado por las fuerzas vivas durante décadas de ignominia y pretendida división futbolística sea ahora ejemplo de tanto. Crecimiento también palpable institucionalmente. Los Cármenes parece otro estadio. En el debe, la gorra de John Jiang en el almuerzo de directivas. No estuvo a la altura.

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