La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

'Sorpatacasso'

El mejor aliado de Pedro Sánchez no era su propio programa, sino la división de partidos a su derecha

Acudíamos a votar con la idea puesta en la parte de atrás de nuestras vidas. Que si fueron derechita cobarde los unos, que si los otros son la derecha retrógrada; que si desenterramos al dictador muerto allá por abril o mejor en mayo; el de férreas mentiras repartiendo escapularios para su procesión de oportunistas afectos de centro; los de naranja y sus zumos exprimidos de reproches a izquierdas y derechas. Y las berenjenas del frutero de Galapagar reconvertido en constitucionalista con vista, eso sí, sólo a partir del artículo 2 de la Constitución. El pasado, usado por unos y otros como argumento emocional para gobernar lo próximo, el inmediato futuro.

Era imperioso dejar de votar con el cuchillo entre dientes, con la bilis hirviendo y el miedo al que vienen los otros. Porque era necesario dejar de ser una quimera y empezar ya a demostrar que somos una democracia madura, repuesta y reafirmada con todo el poder y la confianza en sus instituciones, y en los tres poderes que la sirven. Los votantes eligieron por sí mismos, usuarios de su propia voluntad democrática y en pleno uso de su facultad escogieron la papeleta del partido que les dio la gana.

El mejor aliado de Pedro Sánchez no era su propio programa (tiene los mismos votos que tuvo Rubalcaba cuando perdió contra Rajoy), sino la división de los partidos a su derecha. Verlo claro hizo que Iván Redondo también triunfara. El batacazo es de Pablo Casado, porque su partido, incluso, pierde muchos más diputados de los que obtiene. Ahora queda la responsabilidad de los pactos en manos de quienes deben demostrar "altura de miras", esa percusión de tres palabras que siempre suena cuando se pide a los implicados que dejen de mirarse el ombligo partidario y hagan algo por encima de lo que interese exclusivamente a su organización.

Almacenar las culpas propias en la mochila de las excusas es un viejo truco de los líderes, poco dados a reconocer sus propios defectos, errores manifiestos o habilidades poco productivas, electoralmente hablando. Será bueno auto examinarse, que viene el mayo municipal, y hacerlo con la misma generosidad con la que se aspiró a ganar antes del proceso, previo al batacazo.

Los populares deben reorientar su ideario, mejorar su democracia interna y reconducir su estrategia, porque si de algo debe servir este su hundimiento es para que el examen de conciencia sea extenso, sincero y, sobre todo, útil. Eso, o Albert Rivera le hará un UPyD al PP. El sorpatacasso.

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