El lanzador de cuchillos

Susana y los 40

Esta autonomía que tanto se parece a un régimen cumplirá otros cuarenta de gobiernos socialistas, a pesar del paro...

Hace más de un lustro que Susana Díaz llegó a la presidencia de la Junta, desde el gobierno viejo de Griñán, que antes fue de Chaves y antes de Pepote y de Escuredo, para inaugurar un tiempo nuevo. Esa era la consigna que el socialismo andaluz repetía como un mantra. A la manera lampedusiana, claro. "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie", le susurró al oído Pepe Lancaster a Susana Cardinale en el último baile del Palacio de San Telmo. Y, Susana, la heredera, se puso a ello. "No podemos permitir que el desprestigio de la política siga siendo uno de los principales problemas de la sociedad", dijo la candidata en el discurso de investidura. Mientras ella señalaba a la luna no faltaron aguafiestas que miraban el dedo de su escasa cualificación, su obstinada militancia, su patente sectarismo. Miradas de otros tiempos, de aquellos años lejanos en que Susanita, como todos los niños de los setenta, tenía un ratón. La presidenta Susana, en cambio, tenía un sueño y, desde su elección digital, a todos los ratones socialistas siguiendo hipnotizados el seductor sonido de su flauta. Incluida Elena Valenciano, que distinguió en el de la trianera "el primer discurso político del siglo XXI", nada menos.

Para sus primeros hagiógrafos Susana irradiaba un aire de solidez ideológica, de compromiso con los débiles y de pasión en la lucha por la igualdad que la emparentaba directamente con Martin Luther King. No era negra, pero era mujer y era joven y esas dos cualidades eran, por sí mismas, garantía de excelencia. Susana sería la capitana que guiaría la nave andaluza al puerto de la tercera modernización. Y la que devolvería al PSOE el Gobierno perdido de España.

Lo demás es historia reciente: el relato de un notorio fracaso personal -condensado en la muerte y resurrección de Sánchez- que no le impedirá ser investida por tercera vez como presidenta de la Junta, gracias a una ciudadanía que pocas veces ejerció como tal y a que la política andaluza es -aún más que la nacional- un páramo deshabitado de liderazgo donde cualquier individuo -o individua- mediocre y anodino se puede ver encaramado a lo más alto del poder con unos cuantos trienios de aparato por todo currículo.

Andalucía sufrió cuarenta años a Franco y esta autonomía que tanto se parece a un régimen cumplirá otros cuarenta de gobiernos socialistas, a pesar del paro, las promesas incumplidas y las esperanzas -y otras cosas- robadas. Con Franco éramos la pandereta de España y con el PSOE, pongas a la hora que pongas Canal Sur, siempre te toparás con una bata de cola. No me digan que no es ilusionante.

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