Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Táctica y estrategia

Estrategia es una palabra de origen griego cuya etimología nos habla de arte de dirigir las operaciones militares. Es la materia noble en gestión de empresas, y también de otras instituciones públicas o privadas, por ser la disciplina más general y filosófica, en el sentido de plantear el papel de la organización en su entorno a partir de sus cualidades y defectos, de forma que el "Yo soy yo y mis circunstancias" de Ortega y Gasset es un aserto genuinamente filosófico. La estrategia no puede plantearse a corto plazo; más bien no debe, porque se concibe así tantas veces. Lo que hace un el Gran Jefe es, o debe ser, estrategia. Es tan elevada la estrategia que cada vez que queremos dar ringorrango a nuestro discurso o propuesta decimos que aquello es "estratégico": "Compadre: es estratégico ligar esta noche", "Entregar el informe ya es superestratégico", "Ganar el servicio es estratégico" (cuando lo que será es "crucial"), "Tomar omeprazol cada mañana es para mí algo muy estratégico". Nos resistimos a utilizar un término más preciso para las cosas inmediatas, funcionales, a corto plazo: táctica. Mario Benedetti, poeta uruguayo con legiones de seguidoras -permitan el apunte-, utilizaba de forma confusa ambos términos en su famoso poema de amor Táctica y estrategia; pero en fin, es poesía, y no un tema de un MBA o una declaración política. Y a esto vamos.

La política española vive en el tacticismo más descarado. La ideología mueve a la llamada "ponencia" de los partidos; un documento perfectamente estratégico que a la postre sirve para hacer cartuchos de pescado con papel de alto gramaje. Ya han visto cómo todos los partidos nacionales -los nacionalistas regionales no dan bandazos: tienen un objetivo- han mutado al minuto después del segundo gatillazo de Pedro Sánchez su discurso básico, su erre que erre electoral, o sea, su táctica. El caso más patético de tacticismo y, la verdad, morro ha sido el ofrecimiento de Rivera a llegar a un acuerdo el últimísimo día. Pero casi a la par de táctico e increíble -no creíble- es el cambio del relato -qué manoseada esta palabra también- del presidente en funciones respecto a Cataluña. Alehop: de proponer una solución negociada entre iguales y abjurando del 155, con un relator o mediador… a cuidadito, Torra, que te casco el 155… para recoger los restos de un posible naufragio naranja. Pero la política, como la poesía, es algo aparte: el único objetivo estratégico es el poder, ni progreso ni ciudadanos ni gaitas celtas. Caretas fuera.

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