Teatro y elecciones

El futuro de Madrid en cuatro años, no merece semejante abuso de estrategia electoral

Un excelente estratega: Pablo Iglesias. No es de hoy. Hace años, cuando Podemos no era ni una idea, asesoraba a políticos como Díaz o Alberto Garzón. Y ahora, nada sucede por casualidad, perfectamente urdido, haciendo del luctuoso suceso una histórica oportunidad para rememorar viejos envites, micrófono en mano -importante-, vino el golpe de efecto, abandonando el debate de la Ser y culpando a Vox por no querer condenar las amenazas que hizo públicas.

Y como pienso que democracia y elecciones sólo requieren de programa y acción política, dejando de lado estrategias mediáticas, me permito refrescar nuestra memoria de pez, igualando el rasero y que nada escape por olvido. En 2015, dirigentes del PSOE en el municipio alicantino de Vega Baja, guillotinaron en una obra teatral al entonces presidente Mariano Rajoy, posando en la foto con la cabeza ensangrentada de aquél. El Sr. Iglesias defendió que era una forma de participación pública legítima. En 2016, su filial Ganemos usaba como diana fotos de Gallardón o Esperanza Aguirre. La actividad, denominada Diana al Machista, no fue condenada por el Sr. Iglesias. En 2016, el Ayuntamiento de Zaragoza subvencionaba un cartel en el que pasa por la guillotina al entonces Rey Juan Carlos, a Mariano Rajoy, y al cardenal Antonio Cañizares. Tampoco hubo condena. En 2017, en Navarra, otro 'tiro al facha': arrojar piedras y huevos u otros a unas imágenes de personas o instituciones como la Guardia Civil, la monarquía, la Iglesia o cargos políticos. El Sr. Iglesias tampoco lo condenó. En 2019, sin condena, los dardos eran contra la figura del Rey Felipe VI en Vic. En mayo de 2020, Santiago Abascal denunciaba que Twitter permitiera la tendencia "Matar a Abascal". El 6 de junio, denuncian la aparición de unos carteles con amenazas de muerte a Abascal. "El mejor facha es el muerto". Tampoco el Sr. Iglesias condenó ninguno.

La campaña política ha dado un giro radical. Los que iban por libre, temerosos de una debacle electoral, reeditan el pacto de la izquierda que desde 2004 con Aznar tan buenos resultados dio. Las elecciones no hablan de pandemia, de educación o sanidad pública. Son un plebiscito de democracia o ultraderecha. Uno, que ya no sabe de teatros, recuerda que no hay nada más aseado en democracia que aquello de programa y programa. Y votar. Votar ideas, pensamientos, propuestas para crecer, para superar la crisis. En la equidad que otorga la discrepancia, en el orgullo con que cada líder político debe defender su programa, tan legítimo como el de cualquiera.

Pero no dejarse engañar otra vez en este teatro del absurdo. El futuro de Madrid en cuatro años, no merece semejante abuso de estrategia electoral. Otra vez, no.

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