Todos los seres humanos somos iguales. De niños, somos ajenos a la rapidez del tiempo, como si la vida fuera eterna, cosas de la juventud que dirían algunos; pero a medida que nos acercamos a la llamada tercera edad, el tiempo empieza a pesar, y somos conscientes de que ese final está cerca, al tiempo que recordamos ciertos momentos, algunos tristes y otros alegres, al tiempo que nos resignamos.
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