Hemos conocido que Cáritas de Granada ha presentado su Memoria de trabajo en la provincia en 2018 en la que se pone de manifesto que han ayudado a más de 6.500 personas. Pero lo más relevante es que constatan es que cada vez acuden más personas asalariadas (con trabajo) a los centros de Cáritas. Para ser más precisos, señalan que el 12% de las personas atendidas en 2018 dispone de un trabajo normalizado, lo que supone una de cada diez personas.

En conclusión está claro que para un sector de la sociedad el trabajo ya no es garantía de integración social y ello pone de manifiesto que las políticas económicas y la acción de numerosas empresas generan empleo precario con salarios bajos para un sector de la población, lo que impide a estas personas llegar a fin de mes.

Los datos de la Memoria reflejan que, además de que el 12% de las personas atendidas dispone de un trabajo normalizado que no les permite cubrir las necesidades de los hogares, un 10% desempeña trabajos marginales. Las mujeres y las personas mayores de 55 años son quienes están en peor situación de precariedad y marginación.

Esto nos debe llevar a una profunda reflexión para modificar nuestras políticas porque no es razonable que una sociedad moderna y avanzada como la española mantenga políticas en las que el empleo asalariado no sea capaz de constituirse en un eficaz mecanismo de protección frente a la pobreza y la exclusión. Y este no es un asunto solo de España. También tiene un marco de referencia en las políticas impulsadas por la Unión Europea.

La pobreza y la exclusión de hoy son una fuente segura de problemas sociales de todo tipo para el futuro. Y solo se puede conseguir evitar esta lacra con políticas públicas que prioricen la lucha frente a sus causas y que impliquen al ámbito empresarial en una línea de acción comprometida con estos objetivos de responsabilidad social que pueden alinearse y hacerse compatibles con la competitividad de la economía.

Cáritas y otras ONG cumplen una función social para mitigar los efectos de las desigualdades y la pobreza. Algo que es digno de nuestro reconocimiento y gratitud. Pero hay que trabajar sobre las causas profundas de la desigualdad, de la pobreza y de la marginación para hacer innecesaria la labor reparadora y paliativa que estas organizaciones realizan cada día.

Que el trabajo ya no sea garantía de integración social para un segmento de la sociedad obliga a mantener encendidas las luces rojas de alarma y hace imprescindible un pacto de todos para acabar con esta situación.

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