¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Teoría del 'sincorbatismo'

La ausencia de corbata es un discurso político no verbal con el que Podemos deja clara su falta de respeto por las instituciones

Alberto Rodríguez simbolizó de alguna manera el cambio estético de la nueva política. Para la historia del Parlamento queda esa foto en la que un divertido Rajoy -vestido con la formalidad de un caballero de provincias- observa pasar al diputado canario con sus rastas y su desaliño indumentario. Si exceptuamos aquella vieja anécdota del exministro socialista Miguel Sebastián, que se despechugó en el hemiciclo para salvar al planeta y bajar la factura de la luz -ambos empeños muy loables-, ha sido Podemos el principal partido que ha predicado el sincorbatismo en las altas instituciones del Estado. En principio no hay ningún problema. Los tiempos cambian y los ropajes también. Muchos de aquellos que continuamente presumen de elegantes y gustan de dar lecciones al desarrapado personal, parecerían auténticos fantoches a los ojos de un simple tenientillo de la Guardia de Corps de Carlos III. Pero al igual que el sinsombrerismo de las mujeres de la II República quiso simbolizar el inicio de la liberación femenina en España -luego, en los setenta, llegó la vuelta de tuerca de las sinsostén-, el sincorbatismo es para Podemos, según dicen de cara a la galería, la señal de que la "gente normal" -que sólo ellos representan, claro- ha desembarcado por fin en las instituciones.

En las cuestiones sobre la teoría y práctica de la corbata yo siempre recuerdo las lecciones de mi padre, para quien dicha prenda no era un símbolo de estatus o elegancia, sino de respeto. Cuando un hombre se pone una corbata para ir a un funeral o a un determinado acto, lo hace para mostrar deferencia hacia el lugar al que acude y al anfitrión, esté vivo o muerto. Aunque la corbata ya es una prenda en franco retroceso, es falso que la "gente normal" no se la ponga nunca. La gran mayoría lo haría para ir a una recepción del Rey o asistir a una sesión del Congreso de los Diputados, aunque sea con dibujos del Pato Donald y el nudo nicky. Y es aquí donde queremos dejar el toro. El sincorbatismo de Podemos y los partidos independentistas no es realmente una muestra de sencillez popular o de normalidad mesocrática, sino una falta de respeto a instituciones como la Corona, el Congreso de los Diputados o la Justicia, a las que no sólo atacan con sus discursos y declaraciones, sino con el ninguneo estético del descamisamiento. La corbata, o mejor dicho la ausencia de esta, es por tanto un discurso político no verbal. Lo contrario, evidentemente, también, pero al menos se adorna con los laureles de la educación.

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