Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Testamento Vital

El caso es poder ser libre en el momento postrero después de todo lo que cuesta serlo a lo largo de la existencia

Hay días en que observo las atrocidades que relatan los periódicos y confirmo el acierto de la sentencia de Gobineau que recoge Bioy Casares en De jardines ajenos: "No venimos del mono, vamos hacia él". Ayer no. Ayer recobré la esperanza en la evolución de la especie al comprobar que el registro del Testamento Vital funciona con absoluta normalidad en organismos oficiales, hospitales y algún centro de salud. En 2017 fueron 423 los granadinos que especificaron por escrito las condiciones en que desean que se produzca su fin cuando ya no tengan capacidad para expresarse. Parece que la mayoría son mujeres, algo previsible, puesto que suelen sobrellevar con más entereza el dolor y el miedo a la muerte.

Desde hace tres lustros los andaluces pueden solicitar que no se les prorrogue la vida de manera artificial, la administración de drogas contra el sufrimiento (aunque suponga el acortamiento de la existencia), el destino de sus órganos y si prefieren que entierren su cuerpo o lo incineren y esparzan después el polvo por los bosques de la Alhambra, las aguas del Mediterráneo o el ferial de Almanjáyar. ¡Como si quieres que te esnife tu hijo, que es lo que, cuenta la leyenda, hizo Keith Richards con las cenizas de su padre! Lo suyo, y aunque toda decisión tiene sus riesgos, es evitar el encarnizamiento terapéutico o vegetar a la vista pública. Hay libertad. También se puede optar por resistir rabiando con la ayuda de la fe y de un sacerdote. ¡Y que sea lo que Dios quiera! Pero el que piense que su cuerpo es suyo, y no propiedad divina, no tiene por qué padecer sin rechistar lo que Dios le mande, ya sea un desahucio express, una cena con Belén Esteban en un gastrobar especializado en cocina nitrogenada o un discurso veraniego de Susana Díaz sobre la Andalucía incomparable. El caso es poder ser libre en el momento postrero después de todo lo que cuesta serlo a lo largo de la existencia.

Lo dicho. No he hecho testamento vital ni mortal y me da grima escribir del tema. Será que me estoy quitando del tabaco y barrunto que la eternidad sin dar una sola calada se puede volver muy larga. Si he de marchar, me gustaría hacerlo soñando que vuelvo a la Huerta Rota, desbordo por velocidad al lateral del equipo contrario y voy camino del gol. ¿Dónde se firma eso? En lo demás no pienso. Como dijo otro: morirme es lo último que haré.

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