Tiempos revueltos

Vox ha servido para demostrar el perfil político de cada uno de los protagonistas en las negociaciones

En circunstancias normales, cuando la política tenía un recorrido predecible, la última exigencia de Vox de hacer desaparecer del pacto de gobierno las menciones a la violencia de género no tendrían mayor relevancia. Sería considerada una nueva finta para reclamar mayor protagonismo, para que al final todo volvería a su cauce y se alcanzara el acuerdo previsto. Es lo que dicta el sentido común, porque forzar unas nuevas elecciones significaría asumir un máximo riesgo para los partidos que en este momento tienen el gobierno de la Junta al alcance de la mano y supondría realizar una descabellada pirueta que pondría en peligro su ansiado sueño. Y aunque la lógica política abogue por no conceder mayor trascendencia a este incidente, los tiempos están lo suficientemente revueltos como para no lanzarse alegremente a aventurar ningún pronóstico definitivo.

Pero este requerimiento por parte del partido de Abascal ha servido para demostrar lo contradictorio y rocambolesco de estas negociaciones y el talante y perfil político de cada uno de los protagonistas de esta historia. Al PP, que ha hecho recientemente del seguidismo de la extrema derecha su seña de identidad más relevante, la ha faltado tiempo para acoger sin mayores reticencias la exigencia de Vox y ya sus líderes comienzan a hablar de "violencia familiar" y a equiparar cualquier tipo de maltrato o violencia doméstica. Todo el camino andado contra una lacra social en un pacto de Estado que el PP suscribió, Pablo Casado está dispuesto a desandarlo en aras a un acuerdo y a la recuperación de votos de cara a las elecciones venideras. Parece que en esa dirección el PP no conoce límites. C's continúa manteniendo esa posición errática, entre el cinismo y el desconocimiento. Sigue proclamando que su pacto es exclusivamente con el PP, como si los 12 votos de Vox no existieran. Da la impresión de han llegado a creerse esta ficción que han intentado elaborar desde el primer día de las negociaciones y piensan que su exclusivo deseo es capaz de alterar la realidad de las cosas. Y ahí están, agarrados a una quimera en la que nadie cree, pero que por ahora les permite hilvanar un discurso idealizado e irreal. El hecho es que por más que pretendan ocultarlo, su pacto con el partido de Vox es para ellos tan necesario como contradictorio. Y en el PSOE renace la esperanza perdida y se sueña con que la sentencia dictada el pasado día 2 de diciembre no sea definitiva y pueda ser recurrida en forma de repetición de elecciones.

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