Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Tierra, trágame

Tanto en la política como en la vida el silencio, cuando no se tiene muy claro lo que se va a decir, es un gran aliado

La política siempre ha sido dada a la sobreexposición pública y a la verborrea vacua. En tiempos, los excesos verbales y las tonterías de solemnidad tenían escaso recorrido y quedaban para las tertulias de café o para algún que otro comentario ingenioso algún periodista enteradillo. Ahora no. Con las redes sociales cualquier necedad o cualquier cosa dicha sin haberse pensado mucho se convierte en un pasaporte al linchamiento tuitero y de ahí directamente a la trituración mediática. En Andalucía tenemos un ejemplo claro de cómo esa sobre exposición juega al final malas pasadas. Le ha ocurrido en más de una ocasión al vicepresidente de la Junta, Juan Marín, que no deja pasar un día sin ponerse delante de un micrófono. También le pasa con más frecuencia de la que sería de aconsejar por su ejército de asesores al presidente del Gobierno, que alterna periodos de profundo silencio, cuando las cosas le vienen mal dadas, con otros de incansable locuacidad, cuando piensa que está en la cresta de la ola.

Está ahora en plena segunda fase, tanto para contrarrestar la que se le ha venido encima con la escalada disparatada del precio de la luz como para sacar pecho por el resultado de la campaña de vacunación y por las perspectivas de recuperación económica. Con este canasto debajo del brazo compareció el otro día, a la que se supone hora de máxima audiencia, en el telediario de la televisión pública y allí metió la pata hasta donde no se debe de meter. Dijo, con tono vehemente y campanudo, que en España se había vacunado a la gente sin preguntarle su ideología o a quién votaba. Es difícil -bueno, quizás no tanto- que de la boca de un político salga una estulticia de un calibre mayor. Y el análisis de los mecanismos freudianos que lo llevaron a proferir semejante idiotez dan para pasar un buen rato. Pero no cabe duda de que Pedro Sánchez no piensa que aquellos que no votan al PSOE no tienen derecho a ser vacunados y deberían de quedar expuestos al virus asesino. Será todo lo dogmático y todo lo torpe que se quiera, pero creo que se puede garantizar que no se alinea con los límites éticos de Mengele. Como nos ha pasado a todos alguna vez, después de decir lo que no se debía, habrá pensado eso de tierra, trágame.

Magnífica ocasión para recordar que tanto en la política como en la vida el silencio, cuando no se tiene muy claro lo que se va a decir, es un magnífico aliado y evita situaciones tan tontas que terminan convirtiéndose en problema.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios