Yo estaré en 'La Toma'

Sería estupendo que nos dejasen conmemorar y celebrar tranquilamente la conquista de Granada

Yo voy a asistir a los actos conmemorativos de La Toma de Granada, como también lo harán varios miles de granadinos más, como cada año y en esta mañana del día dos de enero. Y no habría cosa que agradeciese más que la ausencia de grupos ridículos, de cualesquiera signos y tendencias, empeñados, año tras año, en reventar la normal celebración y conmemoración de la Toma de esta ciudad y reino, en 1492. Una suerte de canalla que amedrenta a los demás con sus estertóreas voces y actitudes chulescas y pendencieras.

Ya se sabe que todo lo que algo tenga que ver con los Reyes Católicos es detestado por la ultraizquierda intransigente, intolerante y bolchevique, antidemocrática, irrespetuosa y antisistema, cualquier sistema. De igual modo, todo lo que tenga que ver con estos mismos monarcas; de tan destacada importancia en la historia y muy especialmente en la historia de Granada; es como un imán, como un a modo de irresistible atractivo y reclamo para otros grupos que dicen pertenecer a la derecha, cuando sólo son partidas montaraces de vociferadores histriónicos, personajillos que en su irrespetuosa actitud creen ser miembros de los que fueron -y no son, naturalmente- Reales Tercios u otros cuerpos que formaron parte otrora de la milicia española, en una fingida -y casi humorística- transposición de lo que fue y hoy, en ellos, no llega a ser ni una sombra.

Entre unos y otros ni reivindican ni ensalzan y mucho menos ilustran, salvo por mostrar lo que un ciudadano de bien nunca debe de hacer. Sólo fastidian y estorban a los otros ciudadanos, a los que no hacemos más ruido que contestar -¡Qué!- cuando se llama a Granada por tres veces consecutivas desde el balcón principal del Ayuntamiento y que sólo pretendemos recordar una efemérides -muy importante para nosotros, es verdad- de nuestra historia, sin más estridencias que un protocolo ya establecido, algo pintoresco y de carácter multisecular.

Sí, sería estupendo que nos dejasen conmemorar y celebrar tranquilamente la conquista de Granada y su incorporación al escudo de aquella España que entonces -y desde hacía casi ocho siglos- venía formándose en lo que dio en llamarse Reconquista. Porque no hay nada de malo en ello, nada que no sea la fastidiosa e irrespetable presencia de elementos que sólo vienen -con actitudes propias de inmaduros energúmenos o chulos de barrio- a destrozar la paz en una celebración que siempre, hasta que se personaron ellos, ha sido tranquila, ordenada y natural como cualquier conmemoración festiva de gente civilizada. ¿O no?

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