Cataluña adolece de extremismo como cualquier región de esa España de la que tanto reniegan ahora. De siempre, los catalanes se dividen entre los 'boixos' y los del seny, lo que viene a ser entre radicales sin razones contra todo y todos y los que practican el sentido común con algo de interés con ganancia para todos. Lo segundo les hizo ser la envidia del resto de la piel de toro. Lo primero, les ha provocado derrota tras derrota en su afán de liberarse de una parte de su identidad española, en sus virtudes y defectos, como sureños europeos por mucho que algunos quieran ser del norte.
Entre los que han militado en el seny sobran ejemplos de aporte: Pla, Cambó, Dalí o el mismo Gaudí, catalanes que sumaban identidades a su genio. Luego, están los otros. Desde los Boixos Nois (hinchada cafre del Barça) hasta los de la CUP y los nuevos descerebrados de los CDR, pasando por los de Terra Lliure hasta llegar al tal Torra, una especie de conductor de bus enloquecido que, desde el primer día, se reconoció gobernante marioneta de su jefe prófugo y kamikaze absoluto hacia la independencia o muerte a cabezazos si hace falta.
Con su cara de cabreo perpetuo y su nula cintura política se vio desde el primer día que llegó solo para tirar a todos por el precipicio. A garrotazos si hacía falta y dando la matraca con su obsesión libérrima hacia la nada.
Los del PSOE entraron con truco y se sacaron de la chistera una nueva vía dialogante. Algunos dejamos correr el tiempo para ver a qué llegaba esta actitud blanda, pero ya se ve que darles de nuevo embajadas y tentarles con indultos bajo manga no ha hecho sino fortalecer la posición del independentismo sin horizonte. Si se piensa, no les queda otra: tendrían que ponerse a gobernar, cosa que desde Mas, 'El astut' pillado y embargado, no se hace por aquellas tierras.
Ahora que entró Vox con su mano dura y su 'A mí la legión' en el escenario, la cosa se va a tensar más aún. Y, por los amigos que me cuentan de allí, la cosa ha pasado de irrespirable a asfixiante o para salir corriendo. Mal pinta, por lo enquistado que está ya el tema, la posible vuelta a ese seny que ya no es más que memoria remota de un tiempo en que aún había razón más allá del constante pataleo con la misma cansina, suicida y agotadora murga.
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