La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Tregua entre Pedro y Susana

Sánchez se siente más seguro y actúa con la generosidad del vencedor, y Díaz ya gestiona con humildad la derrota evidente

Pedro Sánchez ha querido hacerle a Susana Díaz lo que Zapatero hizo con Manuel Chaves: darle una patada hacia arriba. Aprovechar su languidecimiento en Andalucía para quitársela de enmedio con la anestesia de un alto cargo en la política nacional. Un poder institucional efímero a cambio de retirarle el poder orgánico. Una vía pacífica y endulzada hacia la jubilación.

Chaves lo aceptó porque no tenía fuerza ni ánimo para enfrentarse a ZP. Se adaptó a una vicepresidencia tercera del Gobierno renunciando a la Junta de Andalucía y, a medio plazo, también al liderazgo del PSOE andaluz, reclamado pronto por su sucesor Griñán. Susana se ha resistido ahora a que se repita la jugada con ella como protagonista. No ha querido ser presidenta del Senado ni, menos, ministra de un Gobierno de su enemigo triunfante. Más que nada, por el precio que debía pagar por el regalito de Sánchez: dejar la baronía del socialismo andaluz, abdicar como referencia del socialismo español.

Así las cosas, la disputa cainita más dañina de los últimos años en el Partido Socialista ha entrado en una situación de tregua que promete ser rentable para el colectivo y para los dos contendientes. No se van a repetir en esta legislatura ni la invitación expresa de Ábalos a Susana a irse tras el fracaso electoral del 2-D ni la humillación de Susana a los candidatos andaluces del sanchismo en las listas de las generales (con su lógica imposición posterior por el comité federal socialista).

Lo cierto es que los dos enemigos han cambiado, y eso ha facilitado esta pacificación provisional. Pedro Sánchez, revalidado dos veces en las urnas, se siente más seguro, administra con habilidad la generosidad del vencedor, no necesita humillar a la derrotada ni desterrarla por la fuerza a costa de generar tensiones internas y desgarros emocionales y políticos. Susana Díaz ha entendido que ya perdió todas las batallas cuando fue desalojada por la derecha de su fortaleza y que sólo le queda salvar los muebles ante la adversidad. Negociará la selección de diputados y presidentes de diputaciones tratando de preservar a los suyos, pero a sabiendas de que la última palabra la tendrá Sánchez. No está en condiciones de imponer nada. Así que uno sabe que tiene que mandar sin prepotencia y otra sabe que tiene que pelear con humildad.

La tregua entre los dos puede acabar en paz definitiva o en reanudación de las hostilidades. Como todas.

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